Increíble lección
El texto evangélico que este domingo
vamos a escuchar siempre me ha parecido impresionante por esa especie de doble
escenario en el que Marcos presenta la subida de Jesús a Jerusalén. La
narración del evangelista nos ha ido dando suficientes datos de palabras y de
hechos de Jesús, como para imaginarnos el bienestar que suponía para aquellos
primeros discípulos el hecho de pertenecer a esa compañía incipiente del
Maestro.
Sus
ojos, acostumbrados a la rutina cotidiana de una vida vulgar transcurrida entre
los afanes de un pueblo pequeño y las fatigas del bregar de redes, se había
visto sorprendida por este Jesús que habla bien, que hace el bien, que está en
la boca de todos y en la necesidad de tantos... Y nada menos que ellos, han
sido llamados personalmente por su nombre para acompañar a tan insigne Personaje.
Estaban de enhorabuena.
Pero
no acaban de entender el viaje de fondo de su Maestro. Digamos que disfrutan en
cada estación, se envalentonan en cada parada del camino, justamente cuando el
Maestro habla, cuando cura, cuando hace milagros. Pero la parada termina, y el
camino continúa, y ¿a dónde vamos ahora cuando aquí hay “tajo”? Entonces va
Jesús y les vuelve a decir delicadamente: “el Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los
tres días resucitará” (Mc
9,31). La reacción que provocaba en ellos estas graves
palabras, queda magistralmente dibujada en el breve apunte de Marcos: “ellos no
entendían aquello, y les daba miedo preguntarle” (Mc
9,32).
Al
llegar a Cafarnaún, Jesús les hará una curiosa pregunta: por el camino veníais
un poco alterados, ¿de qué discutíais? Pero ellos, extrañamente, no quisieron
contestar, como quien lleno de sonrojo ha sido sorprendido en una torpeza
demasiado mezquina. Y quedaron efectivamente mudos... de vergüenza, pues no
venían comentado las palabras de su Maestro, sino que por el contrario se
habían estado repartiendo su pretensión: cuál de ellos era el más importante.
Humanamente hablando, era una situación
desalentadora para Jesús: Él anunciando su muerte, su entrega suprema por un
supremo amor, y ellos repartiéndose la cartera, el gobierno, la canonjía, la
prebenda, la túnica sagrada. Jesús adoptará una actitud comprensiva llena de
misericordia, y les explicará en qué consiste la “importancia” a la que ellos deben
aspirar: ¿veis un niño? pues así vosotros. No vayáis de “trepa” por la vida,
sed sencillos, acogedores, sed pequeños. Sólo a ellos se les revela el
verdadero sentido de la vida, los secretos del Reino de Dios, sólo ellos son
los verdaderamente grandes.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo
de Oviedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario