¡VELAD!... QUE NO OS
ENCUENTRE DORMIDOS.
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo comienza el Adviento, un tiempo de gran profundidad religiosa, porque está impregnado de esperanza y de expectativas espirituales:
cada vez que la comunidad cristiana se prepara para recordar el nacimiento del
Redentor siente una sensación de alegría, que en cierta medida se comunica a
toda la sociedad. En el Adviento el pueblo cristiano revive un doble movimiento del espíritu: por una parte, eleva su mirada hacia la meta final de su
peregrinación en la historia, que es la vuelta gloriosa del Señor Jesús; por otra, recordando con emoción su nacimiento en Belén, se arrodilla ante el pesebre. La esperanza de los cristianos se
orienta al futuro, pero está siempre bien arraigada en un acontecimiento del
pasado. En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios nació de la Virgen
María: «Nacido
de mujer, nacido bajo la ley», como escribe
el apóstol san Pablo (Ga 4,4).
El Evangelio nos invita hoy a estar
vigilantes, en espera de la última venida de Cristo: «Velad, dice Jesús: pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa»
(Mc 13,35.37). La breve parábola del señor que se fue de viaje y de los criados a
los que dejó en su lugar muestra cuán importante es estar preparados para
acoger al Señor, cuando venga repentinamente. La comunidad cristiana espera con
ansia su «manifestación», y el apóstol san Pablo, escribiendo
a los Corintios, los exhorta a confiar en la fidelidad de Dios y a vivir de modo que se
encuentren «irreprensibles» (cf. 1 Co 1,7-9) el día del Señor. Por eso, al inicio del Adviento, muy oportunamente
la liturgia pone en nuestros labios la invocación del salmo...
Podríamos decir que el
Adviento es el tiempo en el que los cristianos deben despertar en su corazón la
esperanza de renovar el mundo, con la ayuda de Dios… Que María santísima,
Virgen del Adviento, nos obtenga vivir este tiempo de gracia siendo vigilantes
y laboriosos, en espera del Señor.
Benedicto XVI, pp emérito
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