Reflexiones que nos
animen y ayuden a encontrarnos con Jesús sacramentado y descansar en su
corazón.
“Ahora me alegro de mis sufrimientos por
vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo,
en favor de su cuerpo que es la Iglesia.” (Col. 2,24)
“¿No habéis podido velar una hora conmigo?
Velad y orad para no caer en tentación, pues el espíritu está pronto, pero la
carne es débil.” (Mt.
26,40-41)
San Juan Pablo II, nos
ha recordado en varias ocasiones la
importancia de la hora santa, para recuperar la hora
perdida en Getsemaní. Nos recuerda la limosna que nos pide el Señor a nosotros
en su Pasión en la Encíclica DIVES IN MISERICORDIA 30/11/1980:
“Los acontecimientos del Viernes Santo y, aun antes, la oración en
Getsemaní, introducen en todo el curso de la revelación del amor y de la
misericordia, en la misión mesiánica de Cristo, un
cambio fundamental. El que «pasó haciendo el bien y sanando», «curando toda
clase de dolencias y enfermedades», él mismo parece merecer ahora la más grande
misericordia y apelarse a la misericordia cuando es arrestado, ultrajado,
condenado, flagelado, coronado de espinas; cuando es clavado en la cruz y
expira entre terribles tormentos. Es entonces cuando merece de
modo particular la misericordia de los hombres, a quienes ha hecho el bien, y
no la recibe. En esta etapa final de la función mesiánica
se cumplen en Cristo las palabras pronunciadas por los profetas, sobre todo
Isaías, acerca del Siervo de Yahvé: «por sus llagas hemos sido curados».
En la pasión y muerte de
Cristo —en el hecho de que el Padre no perdonó la vida a su
Hijo, sino que lo «hizo pecado por nosotros» — se
expresa la justicia absoluta, porque Cristo sufre la pasión y la cruz a causa
de los pecados de la humanidad. La dimensión divina de la
redención no se actúa solamente haciendo justicia del pecado, sino restituyendo
al amor su fuerza creadora en el interior del hombre, gracias a la cual él
tiene acceso de nuevo a la plenitud de vida y de santidad, que viene de Dios. De
este modo la redención comporta la revelación de la misericordia en su
plenitud.”
Lo
mismo nos anima la “Imitación de Cristo” Libro 3, 22: “¿Por qué quieres dilatar tu propósito? Levántate
y comienza en este momento y di: Ahora es tiempo de obrar;
ahora es tiempo de pelear; ahora es tiempo conveniente para enmendarme.
Cuando no estás bien y tienes alguna
tribulación, entonces es tiempo de merecer”.
San Manuel González, apóstol de los Sagrarios abandonados y gran promotor de
la Adoración Nocturna, nos dice en Obras Completas n. 218: “Jesús
está en el Sagrario con el Corazón palpitante de amor sin fin a su Padre y de
amor hasta el fin a nosotros; si ese amor que sube a su
Padre es infinitamente latréutico, porque lo alaba como Él se merece, e
infinitamente eucarístico, porque le da gracias por los beneficios que nos hace
hasta dejarlo satisfecho, e infinitamente expiatorio, porque le aplaca por los
pecados con que le ofendemos, hasta ponerlo en paz. Y es infinitamente
impetratorio, porque con clamor válido intercede y ruega
por nosotros. (…) Si todo esto es así, yo debo estar ante el Sagrario con todo
mi corazón y con todo el amor de él, para sumergirme en aquel
Corazón y palpitar con sus mismas palpitaciones y amar como Él ama, alabando,
agradeciendo, expiando, intercediendo al Padre celestial y
disponiéndome a darme por Él de todos los modos a mis prójimos hasta el
fin, sin esperar nada…”
Vivamos la reparación en unión al Corazón de Jesús como
nos dice San Juan Pablo II el 09/07/1989, el mismo Papa nos dio ejemplo de
ofrecer sus sufrimientos -atentados, operaciones, enfermedades, viajes…- unidos
al Corazón de Jesús: “Con relación a los hechos de la pasión, la expresión
“Corazón de Jesús” nos hace pensar también en la tristeza de Cristo por la
traición de Judas, el desconsuelo por la soledad, la angustia ante la muerte,
el abandono filial y obediente en las manos del Padre. Y nos habla sobre
todo del amor que brota sin cesar de su interior:
amor hacia el Padre y amor sin límites hacia el hombre.
Por la unión del Corazón de Jesús a la
persona del Verbo de Dios podemos decir: en Jesús Dios ama humanamente, sufre
humanamente, goza humanamente. Y viceversa: en Jesús el amor humano, el
sufrimiento humano, la gloria humana adquieren intensidad y poder divinos”.
Promesa del Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª de Alacoque:
“Los pecadores encontrarán en mi Corazón una fuente y
océanos infinitos de misericordia. Los tibios se harán
fervorosos.”
Preguntas para el
diálogo y la meditación.
■ ¿Vivo
mi noche de adoración con espíritu reparador unido a la Redención de Cristo
hoy?
■ ¿Soy
consciente de que el mal del mundo es el pecado y que necesita reparación?
■ ¿Aprovecho
las ocasiones que se me presentan para hacer actos internos y externos de reparación
como los niños de Fátima, desde la vida ordinaria?
■ ¿Colaboro
con mis actos de reparación al triunfo del Corazón Inmaculado de María como ha
prometido?
Reparemos con la
oración que el Ángel enseñó a los Pastorcillos de Fátima:
“Santísima Trinidad: Padre, Hijo y
Espíritu Santo, te adoro profundamente y Os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por las ofensas, sacrilegios e indiferencias con los que
Él es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del
Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores”.
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