DICIEMBRE
2020
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he
de temer?» (Sal 27, 1).
Esto nos sucede también hoy a cada uno de
nosotros: ante la imposibilidad de gobernar toda nuestra existencia,
necesitamos luz, aunque sea un vislumbre que muestre por dónde salir, qué pasos
dar hoy hacia la salvación de una vida nueva.
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he
de temer?»
La oscuridad del dolor, del miedo, de la
duda, de la soledad, de las circunstancias «hostiles» que hacen vanos nuestros
sueños, es una experiencia que hacemos en todos los puntos de la tierra y en
toda época de la historia humana, como atestigua esta antigua oración
contenida en el libro de los Salmos.
Probablemente el autor sea una
persona acusada injustamente, abandonada por todos y a la espera de juicio.
Está sumida en la incertidumbre de un destino amenazador, pero se encomienda a
Dios. Sabe que Él no abandonó a su pueblo en la prueba, conoce su acción
liberadora; por eso encontrará en Él la luz y recibirá refugio seguro e
inatacable.
Precisamente al ser consciente de su
fragilidad, se abre a la confidencia con Dios, acoge la presencia de Él en su
vida y espera con confianza la victoria definitiva recorriendo los
imprevisibles caminos de su amor.
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de
temer?»
Este es el momento oportuno
de volver a encender nuestra confianza en el amor del Padre, que quiere la felicidad
de sus hijos. Él está dispuesto a cargar con nuestras preocupaciones (cf. 1P 5, 7) de modo que no nos
repleguemos sobre nosotros mismos, sino que seamos libres de compartir con los
demás nuestra luz y nuestra esperanza.
La Palabra de vida, como escribe Chiara
Lubich, nos guía por el camino que va de las tinieblas a la luz, del yo al
nosotros: «[...] Es una invitación a reavivar la fe: Dios existe y me ama. [...]
¿Me encuentro con una persona? Debo creer que a través de ella Dios tiene algo
que decirme. ¿Me entrego a un trabajo? En ese momento sigo teniendo fe en su
amor. Llega un dolor: creo que Dios me ama. ¿Llega una alegría? Dios me ama. Él
está aquí conmigo, está siempre conmigo, lo sabe todo de mí y comparte cada
pensamiento mío, cada alegría, cada deseo, lleva conmigo cada preocupación,
cada prueba de mi vida. ¿Cómo reavivar esta certeza? [...] Buscándolo en medio
de nosotros. Él prometió estar allí donde dos o más están unidos en su nombre (cf. Mt 18, 20). Así pues, encontrémonos
en el amor mutuo del Evangelio con todos los que viven la Palabra de Vida, compartamos
experiencias y comprobaremos los frutos de esta presencia suya: alegría, paz,
luz, valentía. Él permanecerá con cada uno de nosotros y seguiremos sintiéndolo
cerca y operante en nuestra vida de cada día»[1].
Leticia Magri
[1]
Palabra de vida, julio de 2006: C. LUBICH, Parole
di Vita (ed. F. Ciardi), Cittá Nuova, Roma 2017, pp. 785-786 (próxima
publicación en castellano).
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