DICIEMBRE: DESDE
EL CUARTO DE GUARDIA
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA
MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
1º Marco para esta noche de diciembre.
Cristo, en cada comunión nuestra, no pasa, como visitante distinguido, por nuestra morada interior. Su cuerpo, sangre, alma y divinidad, se funden con nuestro ser en totalidad, en una unidad, como dos gotas de cera, comparable a una hipóstasis, o al menos a una segunda encarnación. ¡Fuerte cosa y misteriosa! Pero verdadera. La confesión de San Pablo “Es Cristo quien vive en mí” no es un suceso místico individual, sino que debiera ser la consecuencia de alimentarnos del alimento que nos lleva a la vida eterna. Sin perder nuestra identidad, en el proceso de perfección que es nuestra vida, nos debiéramos, cada vez más, hacernos semejantes a Cristo. Permitidme una expresión vulgar, pero que es verdadera: de lo que se come se cría. Cada vez que comulgo me voy configurando en Cristo. No es una frase bonita, aunque difícil de entender para nuestra dureza espiritual. Es la consecuencia maravillosa del amor que nos tiene nuestro Dios. ¡Vive en mí, Señor!
Ven
Espíritu Santo, infunde tu amor en nuestros corazones, para que desde el amor
nos enseñes a ser uno con Cristo. |
3º Texto de don Luis
de Trelles para que nos inicie, mediante la oración meditativa, en la maravilla
de su amor.
Don Luis de Trelles no inventa doctrina,
difunde lo que estudia en Santos Padres, teólogos reconocidos, revelación y magisterio
de la Iglesia. Recordad: Cristo no se encarnó solamente para redimirnos, sino
para, en unión de amistad, hacernos hijos de Dios, herederos del cielo, y
semejantes a Nuestro Señor. Ésta es nuestra fe y ésta es la magistral lección
que nos da Don Luis de Trelles. No
comento. Subrayó.
“La palabra conglutinación que
supone la acción física de mezclarse dos cuerpos blandos a punto de confundirse
la materia del uno con la del otro, es admirablemente adecuada a la
Comunión; porque la voz significa, no sólo la adhesión de dos
cuerpos u objetos por medio de un procedimiento que los pega el uno al otro,
sino también la fusión de un líquido en otro, para darle consistencia, y hacer
el que se forma de la fusión más tenaz, más resistente, en lo material más
viscoso, condensándolo y solidificándolo. Esto, aplicado a la Comunión
sacramental metafóricamente, da una idea de unión íntima,
de unidad moral, de la compenetración mutua que contiene el misterio.
En éste, en efecto, se acerca el
Hombre-Dios a nosotros a tal extremo que su Carne se hace nuestra carne, su
Sangre se mezcla con la nuestra y su Espíritu asume el nuestro, dadas las
debidas disposiciones, hasta llegar a la frase famosa de San Pablo, de que
viva, ya no el hombre, sino Cristo en el hombre. Y hay en ello de asombroso
que no se trata sólo de una unión transitoria, sino de una unión permanente, si
no lo estorba la falta de correspondencia de nuestra parte, pues el pecado
despide el estarlo de gracia, y aunque siempre queda lo
que dicen los teólogos ex opere operato, falta algo a la unión de los términos
por uno de los dos […] Es preciso parar en ello la atención y
profundizar, ahondar con la mente, esta unión sublime y santa. Es preciso
repetírselo el hombre á sí propio y meditarlo en el reposo del alma. Que la
Comunión sacramental produce una unión verdadera y profunda, una asunción del
espíritu del hombre por el Espíritu de Cristo, y una mezcla de la humanidad de
Cristo con la humanidad del hombre, como dos gotas de cera que se funden, como
dos fluidos que se confunden, como dos cuerpos blandos que se mezclan, como dos
unidades que se suman. Y después el “maridaje”
no se rompe, sino por el divorcio voluntario de nuestra parte; y alejado este
caso, la unión es permanente y duradera, y la naturaleza superior informa la
inferior, y da mérito sublime a las acciones de ésta, sin extinguir su
actividad ni borrar su personalidad.
Yo no sé si podría decirse que hay
en lo que meditamos una cierta hipóstasis divina que hace buena la frase de San
Pablo; pero sí puede afirmarse que hay una cierta segunda encarnación en el
hombre que comulga, y que su mismo cuerpo y alma vienen a ser
sede del Hijo de Dios hecho hombre, y a consolidarse con Él por un modo
admirable y supernatural.” (Lámpara
del Santuario 1886, página 281 y siguientes)
Preguntas
para el diálogo y la meditación.
■ ¿Por
qué dice el Señor en el capítulo VI del evangelio de San Juan: “En verdad, en
verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su
sangre, ¿no tendréis vida en vosotros?
¿A qué vida se refiere Cristo?
■ ¿Por qué dice el Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él?”
■ ¿Por qué la comunión es más que estar cerca del Señor, recibir consuelos y ayudas espirituales o materiales? Quien ve a Cristo ve al Padre. ¿Por qué en el mismo evangelio dice Jesús: “Igual que el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí”?
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