«"SEÑOR, ¿SERÁN
POCOS LOS QUE SE SALVEN?" »
El tema de la salvación es siempre tratado
por Jesús desde la convicción de vivir con esperanza, y el realismo de
esforzarnos por entrar por la puerta estrecha.
Muchas veces me he preguntado cual podría
ser esa puerta estrecha de la que habla el Señor, y no encuentro más respuesta
que su corazón misericordioso. Una puerta que siempre está abierta desde el
primer viernes de la historia, y que solo pueden transitar y entrar, los que
cimientan su vida sobre la humildad del corazón. No se cimienta la santidad más
que en el corazón manso y humilde que se agacha a los pies de los pecadores, y
entrega su vida desde su pobreza y su nada, que son las alas que hacen crecer
el amor.
La anchura es la mundanidad de quien no se
toma en serio el evangelio, y como dice el papa Francisco, no es coherente con
la fe. Como decía San Francisco de Asís, no podemos contemplar al Señor y
querer vivir otra vida distinta a la que Él nos propone. No se trata de
rigorismo que matan, porque estrechan el corazón hasta dejarlo sin vida. Se trata
de vivir lo que dice el salmo, el Señor en el aprieto, en la estrechez, nos
distes anchura grandeza y humildad de corazón.
Existe un camino que lleva a la perdición,
al llanto y rechinar de dientes, y que nos pierde, y que es elegir el camino
donde el centro soy yo, y todo lo demás queremos que gire en torno a nosotros.
La clave siempre es la fidelidad y el
saber que el Señor nos reconoce cuando nos identificamos con los sentimientos y
proyectos de su Corazón. Esos proyectos de amor es elegir el camino del olvido
de sí que es una senda estrecha y que sin embargo conduce a la plenitud del
amor a la salvación. Cuando se elige el camino aparentemente ancho de la perdición
el Señor no reconoce que ese corazón viva con sus sentimientos. Puede decir,
Señor, Señor, pero son palabras huecas, palabras sin corazón.
Al final el evangelio de Lucas nos da la
clave de que muchos primeros, serán últimos, y muchos últimos, serán primeros.
Elegir el último puesto que es el que ha elegido Jesús y a El nadie se lo puede
arrebatar; es la senda estrecha de un amor que solo puede amar desde la
profunda humildad del olvido de sí. Esta es la puerta estrecha que conduce a la
vida nueva con un corazón nuevo. La puerta ancha de la perdición se busca uno a
si mismo e instalado en su soberbia no puede amar porque los soberbios no aman,
se aman e instrumentalizan a los otros, pues para amar habría que amar
eligiendo el último puesto, el olvido de si, la puerta estrecha de su corazón
siempre abierto.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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