«EL QUE SE ENALTECE SERÁ HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ
ENALTECIDO»
Este
evangelio con la cita que Jesús siempre buscó, el último puesto, el último
lugar, a Él nadie se lo podrá arrebatar. Cambió la vida de Carlos de Foucauld.
Solo creo en la santidad de los humildes.
Es el corazón humilde el que se abre totalmente para dejar pasar la
misericordia del Señor. Lucas
el evangelista de los pobres y humildes, destaca las tres claves de la
profunda espiritualidad del Evangelio.
Primero, el corazón manso y humilde de Jesús es nuestro
modelo. Es la predilección del Señor por los últimos, lo
que le lleva a elegir el último puesto para poder acompañarlos y estar a su
lado. El Señor siempre se dejó robar el corazón y conmover por los últimos, por
los que no cuentan, ni para nada, ni para nadie.
Segundo, los que se enaltecen no viven en la verdad. Quien
dice que no ha pecado repite San Pablo que es un mentiroso. El que se cree
superior a todos y siempre humilla a los de su alrededor no puede amar; como
mucho se ama a sí mismo. La clave de la santidad es el cimiento de la humildad.
Los humildes no son acomplejados, ni tienen un tono vital bajo; pero como María
cantan una y otra vez la grandeza del Señor que ha mirado la humillación de su
esclava, y que derriba del trono a los poderosos, a los que buscan los puestos
de honor en todas las realidades de la vida.
Por último, el humilde ha bajado a los
sótanos para ser transparente delante de quien ha recibido tanto. Ante nuestra
historia mal hecha por nuestro pecado, Dios ha hecho y escrito la historia más
bella de amor por su parte. Somos preciosos para Dios. Nuestra vida es preciosa
para su Corazón. Él
siempre está cerca y le conmueve el pobre y el abatido. Alza de
la basura al pobre, y el que es humilde de verdad, lleva su nombre tatuado en
el corazón de Dios.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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