«Y MIENTRAS LOS BENDECÍA, SE SEPARÓ
DE ELLOS, Y FUE LLEVADO HACIA EL CIELO»
El texto de la Ascensión del Señor en Lucas destaca que sube a los cielos bendiciéndonos.
Se va pero se queda con nosotros hasta el final de
los tiempos. Invisible a nuestros ojos palpamos su cercanía y presencia en
todos los momentos de la vida. No podemos vivir ni un instante sin Cristo. Su aparente ausencia es su mayor presencia que dicen
los místicos.
Recogiendo el gran documento de Aparecida
donde fue clave el actual papa Francisco y a la luz de la Ascensión son tres
claves que se afirman en este domingo.
1. Cristo
sigue vivo en su Iglesia. Sus pecado no le han alejado de su esposa a la que
ama con toda la ternura de su Corazón y que ascendido al Padre, la Iglesia vive
de la Trinidad. El lugar en ésta tierra del encuentro con el Señor será siempre
su Iglesia santa y pecadora.
2. Es la
Eucaristía celebrada comulgada y adorada donde se realiza a
fondo, a corazón abierto con el Resucitado que ascendido a los cielos, nos dice
que estará siempre con nosotros hasta el final de los tiempos. La Iglesia vive
de Cristo resucitado en la Eucaristía y en torno a esa mesa se crea la
verdadera y autentica fraternidad.
3. Es la
primacía de la Palabra de Dios donde late su Corazón Redentor
para la vida del mundo. Nuestro encuentro con Jesús vivo cada día no puede
prescindir de su Palabra. Esta Palabra que resuena en la liturgia de cada día
en el año litúrgico que es el latido del Corazón de Jesús en el corazón de la
Iglesia que vive de la liturgia.
El servicio a los que sufren, a
los pobres, es el lugar del encuentro
con el Resucitado que nos hace descubrir el gozo y la alegría de
quien nos dice una y otra vez que lo que hagamos a uno de sus hermanos pequeños
se lo hemos hecho a Él y quedara para siempre tatuado en su Corazón.
+ Francisco Cerro
Chaves -Obispo de Coria-Cáceres
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