Aquella noche bregando no pescaron nada. Después del fracaso
de la esterilidad aparece el Señor resucitado alentando la esperanza. Allí
aunque todavía no lo habían conocido se acerca a la orilla de sus vidas. ¿Tenéis
pescado? Y desde su transparencia, se lanzan confiados “en tu nombre echaremos
una vez más la red” de la confianza en tu Corazón.
Juan el místico le
ve...”es el Señor”. Pedro el amor humillado se
lanza al agua fría de abril porque no puede vivir sin el Señor.
Cuando nos hemos
mojado por Cristo como Pedro, el Señor se emplea a fondo para curar sus
heridas. ¿Cómo lo hace? Con un desayuno, un seguir contando conmigo y la
Eucaristía.
Primero me fio
totalmente de un Dios que al amanecer te prepara un desayuno. Las brasas con
pez y pan expresan su Corazón alimentando la esperanza para curar sus heridas.
Cuando le dice a Pedro traedme lo que habéis pescado le devuelve la autoestima
y le cura volviendo a contar con El. En ti confío.
Por último la
operación a corazón abierto es eficaz para la curación de todas las heridas del
alma. Solo la Eucaristía, Cristo Vivo y resucitado nos cura el mal del corazón,
el egoísmo que nos cierra al Padre y a los hermanos. Este es el mal más arraigado
en el corazón humano y más necesitado de vivir con el marcapaso de su Amor.
Es necesario un
trasplante de corazón qué solo se realiza a través de la Eucaristía que
contiene en si todo deleite. La sanación plena de todas las heridas las cura el Amor de
los amores, con la Eucaristía. El pan partido y la sangre derramada nos hacen recordar que
somos amados siempre, y que el Señor como aquel amanecer, nos espera en la
comida y la fiesta que cura todas las heridas con el bálsamo de su Amor.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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