«OS DOY UN MANDAMIENTO NUEVO: AMAOS COMO YO OS HE AMADO»
El fruto de Cristo Resucitado es el Espíritu
Santo que nos lanza a vivir en la caridad. La clave es siempre vivir con los sentimientos del Corazón de Cristo y
esto no se puede realizar sin el Espíritu Santo, que nos ayuda para aterrizar
en la caridad, que se hace servicio en los que sufren.
En
el cenáculo con Cristo muerto y resucitado, en la Eucaristía, estamos llamados
a vivir la caridad con estas claves. Primero ser de Dios. Este es el fruto de
la unión con Dios, tener los sentimientos de su Corazón, ser de Dios,
pertenecerle en la vida y en la muerte. Vivir con la inmensa alegría de que
somos de la Trinidad. De un amor total. De una alegría que no tiene final. Ser
de Dios es la fuente de la caridad. Es de su Corazón abierto, de donde brota la
fuente de la salvación.
Segundo,
del cenáculo aprendemos de su Corazón a no ser de uno mismo. Es en el olvido de
si, el inicio y la culminación de toda santidad. Mientras que no recibamos esta
gracia que debemos pedir, de olvidarnos de nosotros mismos estaremos en el
balbuceo de la vida cristiana. Es necesario acudir y recurrir a la Misericordia
del Señor para la transformación de nuestro corazón, que no se realizara sin el
olvido de sí, es decir, si no somos de nosotros mismos, que es la manera de
vivir la caridad con todos. Es ser buenos con todos y siempre. Esta es la clave
de la santidad que brota del cenáculo, de la lógica, del don.
Tercero,
ser para los demás. En el cenáculo Jesús siempre se arrodilla a los pies de la
humanidad. Nos lava con su sangre. Nos recuerda tener caridad con los pobres,
con los que sufren. Todo discípulo de Jesús es trasformado por el Espíritu
Santo para ser caridad y ser para los demás. Amar a todos y amar siempre. Magnifico
programa de vida. No irnos por las ramas. La prueba de algodón de que uno está
en las entrañas de misericordia del Señor, es cuando somos capaces de vivir con
corazón bueno como él. Aquí tenemos en el cenáculo en este domingo de pascua
las claves de la santidad; ser de Dios, no ser de uno mismo y ser para los
demás.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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