«EL QUE ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA, MI PADRE
LO AMARÁ, Y VENDREMOS A ÉL»
Jesús
habla del Espíritu Santo que como Señor y dador de vida tiene
como paráclito, otro abogado defensor, la de ir formando en nosotros los
sentimientos del Corazón de Cristo.
A través
de los siete dones facilita la vida cristiana, la vida interior, para que
seamos santos e irreprochables ante El por el amor. Los dones son regalos para
amar con su mismo corazón. A través de los frutos reconocemos la acción de la
Trinidad en nosotros que es amor, alegría, paz y magnanimidad. Los frutos son
la prueba de algodón de la presencia del Dios que recrea y enamora.
Tres
son las afirmaciones de Jesús sobre el Espíritu Santo:
1. Nos recuerda el amor total y absoluto de
quien se entregó por nosotros a la muerte, y una muerte de cruz. Olvidar una
historia mal hecha por nuestra parte y traer a la memoria todos los benéficos,
que esa la historia de salvación aplicada a nuestra vida, como la respuesta del
Amor de Dios, su misericordia ante nuestros pecados. Es el Espíritu Santo el
que tiene la misión de vivir en la
memoria permanente de tanto amor recibido y en el olvido de lo que
no nos deja vivir cantando las misericordias del Señor.
2. Todo
lo hace nuevo. El Padre
crea, Cristo resucitado con su Espíritu recrea una vida nueva vivida con un
corazón nuevo el mismo Corazón de Cristo. Ese corazón nuevo es fruto de los
dones del Espíritu Santo.
3. Por último es el Espíritu de Jesús el que
desde el Padre nos envía el Señor resucitado a la diestra del Padre y nos
lanza a la misión de ir por el mundo evangelizando. No nos podemos callar
todo lo que hemos recibido. Es preciso salir por los caminos a contárselo a
todo el mundo. No quedarnos en la tristeza de la queja de no hacer nada. Es
necesario dejarse y darse, como los santos que se han dejado en las manos del
Padre y desde su pobreza se han dado a quien siempre tiene abierto el Corazón
sirviendo en las periferias.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
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