«SEÑOR, ¿A QUIÉN VAMOS A ACUDIR? TÚ TIENES PALABRAS DE
VIDA ETERNA»
La
Palabra de Dios es lámpara que ilumina nuestra vida, saboreada y gustada, es la
auténtica sabiduría que nos hace poner nuestro corazón en lo que únicamente no
tiene fecha de caducidad, el Amor de Dios.
Muchos
autores están de acuerdo en que, en estos momentos de la vida de Jesús, se está
cociendo un cierto fracaso. Las multitudes que le han buscado por intereses
porque “les ha dado de comer”, se encuentran con la cruda realidad de que
Jesús, profundamente humano, es también totalmente divino. Dios de Dios, Luz de Luz y al hablar
claramente del misterio de la Eucaristía, ya
no sólo las multitudes sino también los discípulos, aquellos que le
siguen por los caminos polvorientos de la vida, se
echan para atrás cuando Jesús claramente habla de “comer su carne y beber su
sangre”.
Para un judío, como dice Vittorio Messori, es incomprensible beber la sangre,
donde estaba la vida, y se echan para atrás, ya no le entienden y no le siguen.
Se han quedado atrapados
en un misterio que les desborda y les cuesta saber
“esperar” la sabiduría de los pobres y se alejan de quien es el pan de vida.
Impresiona
la actitud de humildad del Corazón de Cristo. Es como “la gallina recogiendo a
sus polluelos”. No sabe qué decirles, es como una madre que experimenta que se
le van los hijos y no sabe qué hacer. Por otra parte, no puede callar ni
disimular el Misterio central de nuestra fe: “le diste pan del cielo que
contiene en sí todo deleite”. El deleite es el Redentor hecho comida, “pan
partido y sangre derramada para la vida del mundo”.
Ante
la pregunta de Jesús a “los suyos”, a los de “su casa”, a los que había venido
y no le recibieron “Vino
a los de su casa y los suyos no le recibieron”,
como queja amarga en el prólogo de San Juan. ¿También vosotros queréis
marcharos? Esperan en silencio dramático al corazón de los escandalizados por
la Eucaristía.
Pedro, ¡qué gran hombre!,
fraguado en sus debilidades y pobrezas, en sus fanfarronerías y en su profunda
humildad de que a veces no se entera de la fiesta, responde
con todos los apóstoles, con toda la Iglesia, con todo el deseo de cada corazón
humano. “¿Dónde vamos a
ir sin Ti, si sólo Tú tienes Palabras de vida eterna?
En Ti, Señor, hay vida después de la muerte y hay vida antes de la muerte.
Estando contigo todo nos habla de una vida que sólo Tú puedes darnos. No es la
vivacidad del mundo que es lo que le ocurre como si sacásemos un pez de la
pecera, que da saltos fuera del agua, pero es porque se muere, no respira,
tiene vivacidad de salto, pero se muere. La muerte es más que vivacidad. Ese
pez vive feliz en el agua aunque no dé saltos Jesús que es la vida, la vida sin
fin, es como estar dentro del agua y aunque no demos saltos de vivacidad
estamos vivos. Jesús es la vida, es el camino verdadero.
+Francisco Cerro
Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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