«YO SOY EL PAN BAJADO DEL CIELO»
La
Eucaristía es el invento de la locura del Amor de Dios por estar siempre con
nosotros y en nosotros, para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Cuando
Jesús habla de que es el Pan Vivo que ha bajado del cielo se responde con una
fuerte contestación. Se le reconocen sus raíces humanas, su condición de “hijo
de José” y que el Mesías vendrá del cielo, pero no conoceremos ni su linaje
humano ni nada ¿Cómo puede decir que ha bajado del cielo? ¿Cómo puede decirnos que es el Pan
Vivo, el maná?
Jesús,
vuelve a dejar claro lo que realmente pone nervioso y furiosos a los judíos:
Por una parte, habla de que Él es el pan de vida que ha bajado del cielo y que
es su Padre el que lo ha enviado. Aquí, el Señor está poniendo las bases del
cristianismo como fe en la Trinidad, en Jesús como verdadero Dios y verdadero
hombre Salvador, y en la Eucaristía que es el pan vivo para la vida eterna.
Habla abiertamente de su divinidad y, a la vez, que es plenamente humano.
Vuelve
a insistir en que los que comieron el maná murieron, algo tan evidente
para subrayar que la vida es Cristo, el Señor. Sin
embargo el que coma del pan que Yo le daré, mi propio cuerpo entregado, no
morirá jamás. A este discurso se le ha llamado con
razón, el sermón del pan vivo. Jesús nos alimenta con su cuerpo y con su
sangre. Es nuestra vida. Fijaos cuando se asiste a algún funeral que siempre se
nos recuerda que el cuerpo que enterramos tiene, por la Eucaristía, por la
comunión, una promesa de vida eterna que ha realizado en este discurso Jesús.
Quien come su cuerpo tiene vida eterna.
¿Qué
sabemos nosotros de la acción de gracia que el Señor realiza con aquellos que
recibimos la comunión, aunque no fuese más que una vez en la vida?
Está claro que el que recibe a Jesús
tiene una promesa de vida eterna.
“El que come de este pan vivirá para siempre”. Esto nos lanza a valorar más el
encuentro eucarístico con Jesús, al recibirle como pan de vida, como el Amigo
fiel que nunca falla.
¿No será esta una de las grandes causas de
las crisis del corazón humano, de la humanidad, de la gente que no reciben y
acogen a Jesús en la Eucaristía y que mueren de tristeza? Porque el pan que yo
os daré es mi carne para la vida del mundo. ¿No será esta una de las causas de
la falta de vitalidad en las parroquias, en los grupos, en las comunidades
donde la centralidad no es Cristo en la Eucaristía?
+Francisco Cerro Chaves - Obispo
de Coria-Cáceres
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