OCTUBRE 2017
«Tened entre vosotros los
mismos sentimientos que Cristo» (Flp 2, 5).
El apóstol Pablo escribe una carta a la
comunidad cristiana de la ciudad de Filipo mientras está en la cárcel a causa
de su predicación. Precisamente él ha sido el primero en llevar allí el
Evangelio, y muchos han creído y se han comprometido con generosidad en la
nueva vida, testimoniando el amor cristiano después de que Pablo haya tenido
que irse. Estas noticias le dan una gran alegría, y por eso su carta está llena
de afecto a los filipenses.
Pablo los alienta a progresar, a seguir
creciendo personalmente y como comunidad, y para ello les recuerda su modelo,
del cual aprender el estilo de vida evangélico.
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos
que Cristo».
Y ¿qué «sentimientos» son esos? ¿Cómo es posible conocer
los deseos profundos de Jesús para poder imitarlo?
Pablo ha comprendido que Cristo Jesús, el
Hijo de Dios, se vació de sí mismo y vino en medio de nosotros; se hizo hombre,
totalmente al servicio del Padre, para permitirnos a nosotros convertirnos en
hijos de Dios.
Llevó a cabo su misión viviendo toda su
existencia de este modo: abajándose continuamente
para ponerse a la altura de los más pequeños, los débiles e inseguros, y así
aliviarlos y que se sintiesen por fin amados y salvados: el leproso, la viuda,
el extranjero, el pecador.
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos
que Cristo».
Para reconocer y cultivar en nosotros los
sentimientos de Jesús, reconozcamos ante todo en nosotros la presencia de su amor y el poder de su perdón; luego mirémoslo a Él y hagamos nuestro su
estilo de vida, que nos apremia a abrir el corazón, la
mente y los brazos para acoger a cada persona tal como es. Evitemos cualquier juicio a los demás, y en
lugar de eso dejemos que nos enriquezca lo positivo de cada persona con quien
nos encontramos, aunque esté oculto tras un cúmulo de miserias y errores y nos
parezca una «pérdida de tiempo» buscarlo.
El sentimiento más fuerte de Jesús que
podemos adoptar es el amor gratuito, la
voluntad de ponernos a disposición de los demás con nuestros pequeños o
grandes talentos, para construir con valentía y concretamente relaciones
positivas en todos los lugares donde vivimos; es saber afrontar también las
dificultades, incomprensiones y divergencias con espíritu de mansedumbre y con
la determinación de encontrar caminos de diálogo y de concordia.
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos
que Cristo».
Chiara Lubich, que durante toda la vida se
dejó guiar por el Evangelio y experimentó su poder, escribió: «Imitar a Jesús
significa comprender que los cristianos tenemos sentido si vivimos por los
demás, si concebimos nuestra existencia como un servicio a los hermanos, si
planteamos toda nuestra vida sobre esta base. Entonces habremos realizado lo
que más le importa a Jesús. Habremos comprendido el Evangelio. Y seremos en
verdad bienaventurados».
Leticia Magri
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