«¿CÓMO
HAS ENTRADO AQUÍ SIN EL VESTIDO DE BODA?»
Ser
cristiano es ser invitado por el Padre a vivir en la continua
fiesta del Amor de su Hijo, de su entrega a la humanidad, a las bodas de su
Hijo Jesús con la humanidad.
Parece
desconcertante la postura de los invitados: ¿Cómo no aceptar la invitación del
rey a la fiesta de su hijo? ¿Tendríamos motivos para quedarnos fuera de la
fiesta? Sería algo inimaginable. Tan extraño como posible.
Sin
embargo uno por uno se
van escabullendo de la invitación del Señor.
No se van a cosas malas, no son inmorales, son indiferentes que a veces es peor
y no son capaces de aceptar la invitación
de Jesús a vivir en la fiesta de su Amor. Decía la Madre Teresa de
Calcuta que el mayor pecado que cometemos contra Dios es la indiferencia.
El
Señor siempre nos invita, a través de mediaciones de sus criados, a que
aceptemos y entremos en la fiesta de su Corazón que salva y sana.
La
clave está en que no hacen nada malo, pero son tan ricos y tienen tantas cosas
que hacer, que vivir, que acaban olvidando el sentido de todo. No tienen espacio para nada ni para
nadie,
no están para invitaciones
Ante la actitud incompresible la parábola
se hace siempre rabiosa actualidad, sólo se puede evangelizar e invitar a los
ricos con la evangelización y conversión de los pobres. Cuando el Señor sale a
buscar a los pobres que viven en todas las periferias y, como Iglesia en
salida, se encamina a todos los que sufren con la convicción de que cuanto más
pobreza aceptada hay en nuestra vida, más se hace presente la misericordia del
Señor y más podemos salir al encuentro de los que viven sin enterarse de la
fiesta.
El
participar en la fiesta de la salvación, de la realización del Amor exige
acoger la invitación de que a la fiesta es ir y prepararse con el traje de
fiesta de la nueva vida y que nos posibilita a participar en
la fiesta, en el gozo, en la alegría que no tendrá fin.
La coherencia de vida, que tanto recalca
el Papa Francisco, es necesaria para vivir en la única fiesta, la del Amor de
Dios, que no apaga nunca sus luces porque no tiene fin.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo
de Coria-Cáceres
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