«TANTO AMÓ DIOS AL
MUNDO, QUE ENTREGÓ A SU UNIGÉNITO»
El misterio de la Trinidad se resume en lo
que nos dice hoy el Evangelio; “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su
Hijo Único para que no perezca ninguno”. El mismo San Ignacio de Loyola, en sus
Ejercicios Espirituales, sitúa en la Segunda semana la escena de un mundo, necesitado de amor y de
salvación, contemplado por la Trinidad, y con estas hermosas palabras ante la
situación; “Hagamos redención”.
El
amor salvífico de Dios es la clave de la Encarnación “por obra del Espíritu
Santo” y enviado por el Padre “no para
juzgar al mundo sino para salvarlo”.
La
clave siempre está en que lo que mueve el Amor de Dios, que no es un “solterón”
que vaga sin sentido por el espacio sideral, sino Trinidad, es decir comunión
de amor y familia, amor compartido.
La Trinidad será la fuente del Amor, la
fuente de la comunión de la vida comunitaria, de la Iglesia, cuando quiere
vivir como familia que comparte los gozos, las esperanzas, las alegrías y los
sufrimientos humanos, de una humanidad que sigue necesitada de redención, de
salvación, de liberación.
El
misterio de la Trinidad está presente en la vida de los cristianos y de toda la
Iglesia desde el comienzo. En todas las celebraciones litúrgicas se empieza en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Es la novedad permanente de la Revelación, del Amor de Jesús, que
nos habla de su Padre que nos ama y que nos envía Resucitado desde el Espíritu
Santo como “otro Abogado”, otro intercesor que tiene como misión formar en
nosotros “los sentimientos del Corazón
de Cristo”.
La
Trinidad nos abre y nos lanza porque está constantemente, como nos recuerda el
Papa Francisco, “en salida”, no se queda tranquilamente viviendo en una bola de
cristal sino que nos lleva a compartir, como familia, el Amor de Dios en comunidad,
en comunión, en fraternidad de personas.
También nos lanza en salida hacia la
auténtica Encarnación, donde Jesús se viene a vivir “con nosotros”, enviado por
el Padre y nos regala el Espíritu Santo que, como “Señor y Dador de vida”, hace
que tengamos en nuestro interior la vida trinitaria y el deseo de evangelizar,
de llevar la Buena Noticia a los que sufren.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
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