«ÉSTE ESTÁ
PUESTO PARA QUE MUCHOS EN ISRAEL CAIGAN Y SE LEVANTEN…»
El Niño crecía y vivía el gozo de ser
de una familia,
un padre y una madre que le regalan toda la ternura que necesita el corazón
humano para ser feliz. La familia es el
hogar donde a todos se nos quiere por lo que somos y no por lo que tenemos.
Familia es Dios Trinidad y bajó del cielo el Verbo para vivir y habitar en
medio de una familia.
Nazaret
se convierte en el cielo donde habita Dios. Una vida sencillamente celestial,
porque abunda el amor, la comprensión, el compartir. Nos dicen con la vida que
sólo la riqueza no llena nuestro corazón. Es
la vida sencilla, tejida de cotidianidad,
la que hace de nuestra vida una alegría inmensa, es la vida que viven José,
María y Jesús en Nazaret, un cielo en la tierra.
¿En qué crece Jesús? Sobre todo, en lo que le transmite su
padre de conocimientos, de amor a la vida
sencilla. Aprende porque sabe que es querido, acogido y valorado. Como
nosotros, Jesús aprende y vive
en su familia las mejores experiencias y vivencias de su vida humana.
Segundo,
crece en un conocimiento
sencillo de su Padre Dios a través de la paternidad y maternidad de sus padres. Crece en el
conocimiento que es abrirse al asombro de tanto amor derramado en la creación,
en las fiestas litúrgicas, en el sentir del pueblo de Dios, en una familia que
le ama.
Por
último, crece por dentro para servir por fuera a lo que el Señor pone en su
corazón.
No se aleja de nadie porque ama a todos.
El descubrimiento y el potenciar la
familia, que es el lugar donde todos hemos sido recibidos y acogidos desde la
pobreza, con sus luces y sus sombras y que, sin embargo, la familia sigue
siendo y seguirá siendo el lugar y el espacio de las grandes generosidades,
alegrías y sufrimientos de un amor compartido y siempre abierto a la vida.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo
de Coria-Cáceres