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es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo
predilecto, junto a Aquel que en la cruz consuma el sacrificio de su vida por
toda la humanidad (cf.
Jn 19, 25). Por tanto, con una atención más viva,
dirijamos nuestra mirada, en este tiempo
de penitencia y de oración, a Cristo crucificado que, muriendo en
el Calvario, nos reveló plenamente el amor de Dios…
Al comenzar
la Cuaresma, un tiempo que
constituye un camino de preparación espiritual más intenso,
la Liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas penitenciales a las que la
tradición bíblica cristiana confiere un gran valor —la oración, el ayuno y la limosna—
para disponernos a celebrar mejor la Pascua y, de este modo, hacer experiencia
del poder de Dios que, como escucharemos en la Vigilia pascual, “ahuyenta los
pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los
tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos” (Pregón
pascual)…
El
período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad,
acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia
renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo…
Mediante
el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el
ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos
lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de
la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas
nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a
vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico…
La Cuaresma nos ofrece una vez más la
oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad.
En efecto, este es
un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los
Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal
como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el
compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual…
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma
culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la
justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este
tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica
conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para
cumplir toda justicia…
Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen
María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos
como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna…
Que María, Madre y Esclava
fiel del Señor, ayude a los creyentes a proseguir la “batalla espiritual” de la
Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la
limosna, para llegar a las celebraciones de las fiestas de Pascua renovados en
el espíritu. Con este deseo, os imparto a todos una especial bendición
apostólica.
De los escritos de
Benedicto XVI, pp emérito.
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