BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS
LA
MISERICORDIA REFORMA PERSONAS Y ESTRUCTURAS
Sintamos la llamada a la conversión pastoral. Decía Francisco a los
Obispos italianos: “Hermanos, si nos alejamos de Jesucristo, si el encuentro
con Él pierde frescura, terminamos por tocar con la mano la esterilidad de
nuestras palabras e iniciativas” (19 de mayo de 2014). La misericordia de Dios nos
pone de rodillas ante el y nos conmueve con su amor. En efecto, “sin
momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo
sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos
debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga”, (EvGau, 262). Son los santos los más auténticos y fecundos reformadores.
La misericordia lleva reforma
en las actitudes y suscita virtudes, pues sobre todo es reforma espiritual. A partir de la reforma espiritual, que es prioritaria, se
suscitan actitudes y comportamientos virtuosos, marcados por el Evangelio. Y así se llega a la reforma en las estructuras. El papa Francisco ha emprendido con libertad y determinación,
pero muy conscientemente, la reforma de las estructuras de la Iglesia. Hay
páginas muy tajantes y críticas en la Exhortación Evangelii Gaudium que se
refieren a ciertas actitudes farisaicas, que se disfrazan de piedad impecable e
implacable, pero que expresan una detestable mundanidad espiritual (EG 93-96). «¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes
espirituales o pastorales» (n. 97). La Iglesia sólo supera esta
tentación de soberbia y autosuficiencia con la trascendencia hacia Dios y con
la trascendencia de su misión y servicio a su pueblo. De nuevo nos encontramos
con la conversión personal, pastoral y misionera. El mejor camino para la
reforma de la Iglesia que el papa Francisco nos propone es, por una parte, el
de la adoración – “¡recuperar el espíritu contemplativo!”,
volver al amor de Cristo-- y, por otra, el de la salida misionera por
desborde de gratitud y alegría. Pero ambas cosas parten del
corazón que, en comunión con el amor del Señor, nos adentran en el misterio de
comunión que identifica a la Iglesia. Pretender reformar las estructuras de la
Iglesia sin cambiar el corazón, sin corrientes vivas y pujantes de reforma
espiritual, o incluso intentar hacerlo desde lógicas mundanas, no hace más que
atentar contra su ser y misión. La fuerza y credibilidad de Francisco estriba
de su coherencia entre palabra y gesto, el gesto que aún precede la palabra. Al
Papa le gusta repetir aquello que respondía la Madre Teresa a un periodista que
le preguntaba ansioso por donde comenzarían las grandes reformas de la Iglesia:
“¡pues por ti y por mí!”.
Las interpelaciones que nos dirige el papa Francisco con frecuencia
son para hacernos ver a los cristianos la tendencia a vivir según una lógica
mundana, apegados a los ídolos del poder y la riqueza, aunque se trate de los
“pequeños” apegos de andar por casa, pero que constituyen grandes ataduras que
nos inmovilizan. En el contexto de la reforma de la Curia romana, el Papa ha
tenido varias intervenciones denunciando defectos y actitudes típicas de la
vida eclesiástica: la ambición, el carrerismo, los chismes, la corrupción, etc.
Son defectos que se sufren también en las Iglesias locales. Hagamos nuestra
también esta invitación a la conversión como aceptación de la misericordia.
La conversión pastoral atañe a
todos, a los
Pastores, a los Obispos y sus colaboradores en el ministerio pastoral, y
también a laicos y religiosos. Estamos llamados a una
profunda revisión de vida sobre nuestro testimonio y nuestro modo de ejercitar
el ministerio. No podemos seguir haciendo lo mismo de siempre sin tener en
cuenta las “sorpresas del Espíritu” que se manifiestan en este tiempo. El papa
nos recuerda una y otra vez lo que espera de los pastores. Quiere que seamos
los primeros que mostremos en nuestro estilo de vida el perfume de Cristo y el
olor a ovejas, la familiaridad con el Señor y la cercanía misericordiosa y
llena de ternura a nuestra gente, el caminar delante, en medio y detrás del
propio pueblo marcando el rumbo y la meta de ese camino, como testigos de una
comunión que confluye en la misión y que acoge a todos en la caridad y se
solidariza con los que cargan con pobrezas y sufrimientos.
El Jubileo de la Misericordia
tiene que empapar este impulso espiritual, pastoral y misionero que animará todo lo que sea
necesario para reformar las estructuras de la Iglesia, para que no se
conviertan en barreras opacas a su testimonio ni terminen corrompiéndose. Lo
que el Papa Francisco hace en la Curia Romana sirve para orientar la reforma
necesaria de nuestras estructuras eclesiales, -- parroquias, obispado,
delegaciones, asociaciones de fieles, etc..-- para que irradien de modo más
transparente la presencia de Jesucristo, del que la Iglesia es su Cuerpo en medio de la historia
humana, y el servicio desinteresado que ofrecen para que a todos llegue el amor
de Dios. Hemos de estar atentos para salir de rutinas que ya no funcionan o han
quedado obsoletas pero, sobre todo, para vivir con un estilo nuevo acorde con
las necesidades de este momento y con propuestas aptas para evangelizar.
+Mons. Rafael Zornoza Boy-Obispo de Cádiz-Ceuta
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