EL VERBO SE HIZO CARNE
La Iglesia vive
el tiempo del Nacimiento del Señor. El Verbo –que por el
anuncio del Ángel fue concebido en el seno de María de Nazaret- ya se hizo
carne. El Hijo de Dios ya tiene su
nombre humano. Se llama Jesús, es decir, “Salvador”.
La liturgia del domingo de hoy
nos invita a leer de nuevo profundamente el misterio del Nacimiento de Dios.
Escuchemos, pues, las palabras de la carta a los Efesios: “El Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo… nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones
espirituales. Ya que en él nos eligió antes de la
creación del mundo…, nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por
Jesucristo.” (Ef 1,3-5).
ELEGIDOS PARA SER HIJOS ADOPTIVOS
No podemos vivir el nacimiento del Señor
sin pensar en esta elección. Estamos eternamente en el “predilecto” Hijo del
Padre. Esta elección permanece, ha revestido la forma de la noche de Belén. Se
ha hecho el evangelio de la cruz y de la resurrección. Sobre el acontecimiento
de Belén se ha puesto el sello definitivo. El sello de la “predestinación divina”.
PREDESTINADOS EN CRISTO
Somos predestinados en Cristo como quiera
que se desarrollen los destinos del hombre sobre la tierra, cualquier cosa que
traiga consigo el nuevo año, cualquiera que sea la dirección que tomen los
acontecimientos de la historia humana, ¡somos elegidos!
El Hijo de Dios
se hizo hombre para volver a confirmar, mediante la asunción de
todas las dimensiones de la existencia humana sobre
la tierra, esta Verdad
eterna: la divina verdad sobre el hombre.
Recemos a María para que el Nacimiento del
Señor renueve en nosotros la conciencia de esta verdad. Para que la suscite donde todavía hay
oscuridad.
San
Juan Pablo II, pp,
No hay comentarios:
Publicar un comentario