…QUE GRANDE ES TU FE
Queridos
hermanos y hermanas:
En este XX domingo del tiempo ordinario la
liturgia nos presenta un singular ejemplo de fe: una mujer cananea, que pide a
Jesús que cure a su hija, que "tenía un demonio muy malo". El Señor
no hace caso a sus insistentes invocaciones y parece no ceder ni siquiera
cuando los mismos discípulos interceden por ella, como refiere el evangelista
san Mateo. Pero, al final, ante la perseverancia y la humildad de esta
desconocida, Jesús condesciende: "Mujer,
¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas" (Mt 15,
21-28).
"Mujer, ¡qué grande es tu fe!".
Jesús señala a esta humilde mujer como ejemplo de fe indómita. Su insistencia
en invocar la intervención de Cristo es para nosotros un estímulo a no
desalentarnos jamás y a no desesperar ni
siquiera
en medio de las pruebas más duras de la vida. El Señor no cierra los ojos ante las necesidades de sus hijos y, si a
veces parece insensible a sus peticiones, es sólo para ponerlos a prueba y
templar su fe.
Este
es el testimonio de los santos; este
es, especialmente, el testimonio de los mártires, asociados de modo más íntimo
al sacrificio redentor de Cristo. En los días pasados hemos conmemorado a
varios: los Papas Ponciano y Sixto II, el sacerdote Hipólito y el diácono
Lorenzo, con sus compañeros, que murieron en Roma en los albores del
cristianismo. Además, hemos recordado a una mártir de nuestro tiempo, santa
Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, copatrona de Europa, que murió en un
campo de concentración; y un mártir de la caridad, que selló su testimonio de
amor a Cristo en el búnker del hambre de Auschwitz: san Maximiliano María
Kolbe, que se inmoló voluntariamente en lugar de un padre de familia…
Que sobre cada uno
de vosotros vele con amor materno María, la Reina de los mártires.
Benedicto XVI,
pp emérito
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