VEJER ACOGIÓ ESTE AÑO LA VIGILIA DE LAS ESPIGAS
Durante la noche del sábado 25 al domingo 26 de junio se celebró la tradicional Vigilia de las Espigas en el Santuario de Nuestra señora de la Oliva Coronada, este año como Peregrinación privilegiada con ocasión de su año jubilar, concedido por la Santa Sede para conmemorar el 425º aniversario de la “hechura” de la imagen y 25º de su Coronación canónica.
Organizada
por el Consejo diocesano de la Adoración Nocturna Española contó con la
presencia de las Secciones de Cádiz, Puerto Real, Chiclana de la Frontera, Ceuta,
Tarifa, Barbate, San Fernando y la anfitriona de Vejer.
Con la
tradicional procesión de Banderas dio comienzo esta Vigilia de Adoración y acción
de Gracias, que continuó con el saludo del Vicepresidente diocesano recordando
que -“hemos venido a la cita amorosa de
nuestro Rey celestial, que ha abandonado el Trono de la Gloria para pasar esta
noche en nuestra compañía”-, y siguiendo con el rezo solemne de
Vísperas y la Santa Misa que presidió D. Agustín
Borrell, párroco del Divino Salvador y consiliario de la Sección de Vejer, y concelebrada
por D. Guillermo Domínguez Consiliario diocesano y D. Jose María Quintana de
la de Barbate.
En su homilía, D. Agustín nos animó a
perseverar en Adoración Eucarística y disfrutar de los beneficios que se
desprenden del poder estar en intima compañía con Jesús Sacramentado.
Tras los turnos de vela al Santísimo
Sacramento, que ocupó toda la noche, se continuó con el rezo del Santo Rosario
y la oración comunitaria de Laudes, que una vez finalizada, se formó en
corporación para con S.D.M. trasladarnos en procesión al lugar desde donde se
procedería a la Bendición de los campos.
Despuntando el alba, el Rvd. D. Guillermo Domínguez, Consiliario diocesano de la Adoración Nocturna, impartía la Bendición Eucarística sobre los campos y el mar de nuestra diócesis y sobre toda la actividad humana que, gracias a la Providencia, hace posible que de los “frutos del mar y de la tierra y del trabajo del hombre” podamos obtener lo necesario para nuestro sustento.
Fue una noche realmente santa, con Jesús
Sacramentado como único centro de nuestra vela; aprendiendo de Él, fuente del
amor divino, cómo hemos de mirar a nuestro prójimo con ojos de misericordia y
compasión fraterna. Haciendo nuestros sus anhelos y sufrimientos, y pidiendo la
luz y la fuerza que nos ayuden a “no pasar nunca de largo ante el sufrimiento
humano”.
Con el canto de la Salve y la despedida por
nuestro Consiliario Diocesano de todos los colaboradores y asistentes, en la
que se agradeció expresamente a D. Agustín toda su disponibilidad y a D. Manuel
Domínguez, Hermano Mayor de la Cofradía de la Oliva, las esmeradas atenciones
recibidas, y deseándonos un feliz regreso a casa se puso rumbo a las poblaciones
de destino.
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