Vacaciones… desconectar y conectar
Todo el mundo anhela la llegada de
las vacaciones. Están asociadas en nuestra mente sobre todo
al verano que ya está aquí, con sus playas y piscinas repletas, e infinidad de
ofertas para desconectar. Se comprende que esté más que justificado como
recuperación sana de los afanes del curso y del cansancio laboral. El descanso, si es después de un trabajo, es como la
victoria que obtiene un luchador. Hay cierto arte en saber disfrutarlo, que es la forma en que uno pasa el tiempo.
Sucede, sin embargo, que no
es conveniente una desconexión total. Hay muchas cosas valiosas que siguen
mereciendo nuestra atención y hasta nos exigen un cuidado mayor…
Nuestra relación
con los demás ha de ocupar, pues, un lugar importante. Lo mejor es pensar en los demás, que es
ejercitar la caridad, estar pendiente de hacer el bien compartiendo la convivencia y las aficiones, y todo lo que ayude a crecer en amistad.
Siendo lógicos, el servicio está en la lógica del amor, el único que puede
darnos felicidad. Hay que contar, por consiguiente, en entregarse a los
próximos o extraños, a los de casa o los de más allá, haciendo lo previsto o
siendo capaces de aventurarse en acciones donde pensemos más en dar que en recibir. En todo tiempo y lugar se puede hacer el bien y dedicarse a las
buenas obras.
La amistad y la relación exige la
conversación, dejar tiempo para hablar y para escuchar. Dios es nuestro primer interlocutor a
quien descuidamos fácilmente por tantos trabajos, prisas y estrés. Este es el momento esperado de afianzar la oración, meditar la Palabra de Dios,
escuchar, descansar dejándose
amar, dejándose enamorar por Él. No dejes de ir a Misa y vívela con tranquilidad.
Necesitamos divertirnos, que quiere decir, volcarse hacia afuera
de uno mismo, salir de la monotonía de las rutinas habituales de nuestros
trabajos y obligaciones. Pero
sin perder nuestro centro, sin disolver nuestra alma en el vacío, sin perderse a sí mismo ni a Dios…
Quiera Dios que se llene de alegría nuestro
espíritu y disfrutemos del merecido descanso. Lo será, sin duda, si es tiempo para nosotros y tiempo para
Dios, si nos relacionamos
con otros y descubrimos sus valores y necesidades, si cuidamos de nuestra salud
espiritual, si con encuentros fraternos dedicamos más tiempo a la familia, a
los amigos, sin descuidar a los necesitados ni dejar de hacer caridad…
Pídele al Señor que bendiga tus vacaciones y que haga de ellas un
tiempo fecundo para
crecer, para encontrar lo perdido, para dejar agobios y prisas, para enterrar
amarguras y ofensas pasadas, para oxigenar el cuerpo y el alma, para crecer en
dignidad y belleza interior. Que por tu cuidado de los demás se note tu caridad
cristiana y tu corazón universal. Déjate querer por Dios y no dejes de darle gracias por todo ni de
rezar.
+ Rafael, Obispo de Cádiz y Ceuta
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