El Papa de joven fue adorador nocturno
El Semanario Católico de Información, “Alfa y Omega”, en su número 1.209 – editada
por la Fundación San Agustín, que está vinculada al Arzobispado de Madrid,
España – dio a conocer la Carta que el Papa Francisco envió al periodista Lucas
Schaerer tras recibir una foto de un registro de los años 50 con su nombre y un
número. «Me emocionó la
fotocopia del libro sobre la adoración nocturna», asegura el Pontífice en su misiva. Es la primera vez
que el Papa habla de este detalle de su vida, y lo hace conmovido tras recibir
una foto sobre el registro, con su nombre manuscrito junto al de su hermano, que aún se conserva en la
Basílica del Santísimo Sacramento que no dejó de visitar durante su tiempo en
Buenos Aires.
«Venite adoremus»
Esta es la frase que, 65 años
después, recuerda con
«emoción» el Papa Francisco; se la decía un compañero de la antigua cofradía de los adoradores
nocturnos. Desde su casa en el barrio de Flores, en la periferia de Buenos
Aires – se lee en la nota – el joven Jorge Mario se iba en autobús hasta el
centro porteño para llegar a la basílica del Santísimo Sacramento. El segundo de sus hermanos, Óscar, y un vecino del barrio, fueron con él
durante los años 1954 y 1955. En aquella Basílica, los jóvenes Bergoglio
pasaban la noche del sábado rezando, concretamente en el santuario situado al
lado derecho de los confesionarios. Aunque también descansaban algunas horas.
Eso lo hacían en el primer piso del templo, en un gran cuarto – que aún sigue
vigente – con unos compartimentos con camas. Fue allí donde el actual Pontífice
escuchó la frase que le despertaba y nunca olvidó:
«Venite adoremus».
Su confesor y ejemplo de
misericordia.
En la carta, el Pontífice también explica que, «se comenzaba la adoración
alrededor de las nueve de la noche, después de la predicación del padre
Aristi». El principal
impulsor de la cofradía que integró el joven Jorge Mario con 18 años fue el
sacerdote español José Ramón Aristi. En aquel
momento Bergoglio ya había vivido la llamada de Dios o, como él la define, «la
experiencia de san José de Flores», la iglesia que lo vio crecer. Pero fue este
padre Aristi quien marcó la vida del Papa, tanto que fue su confesor y es su
principal ejemplo de misericordia. Así lo explicó Francisco en el 2014, durante
una reunión con sacerdotes en Roma. «Aristi era un confesor famoso en Buenos
Aires. Casi todo el clero se confesaba con él. Fue provincial de su orden
[sacramentinos], profesor… pero siempre confesor, y siempre había cola en la
iglesia del Santísimo Sacramento».
El Papa lleva consigo
el rosario de Aristi.
Alfa y Omega también señala el impactó del sacerdote vasco Aristi, impulsor de
la adoración nocturna, en la vida del joven Bergoglio, que lleva desde hace 25 años su rosario. Ocurrió que en la Vigilia Pascual de 1996 falleció el
confesor y Bergoglio, en ese momento Obispo auxiliar, se acercó a la cripta, en
el subsuelo de la basílica del Santísimo Sacramento, donde estaban velando el
cuerpo. Mientras colocaba unas flores tomó «la cruz del rosario y la arranqué
con un poco de fuerza. En ese momento miré al sacerdote y le dije: “Dame la
mitad de tu misericordia”», explicó el Papa a los curas. «Sentí algo fuerte que
me dio el valor para hacerlo», continuó el Papa, «Y luego esa cruz me la metí
aquí, en el bolsillo» Las camisas del Papa no tienen bolsillos, pero yo siempre
llevo una bolsita de tela pequeña, y desde entonces hasta ahora, y mi mano se
dirige aquí siempre. ¡Siento la
gracia! Hace mucho bien el
ejemplo de un sacerdote misericordioso, de un sacerdote que se acerca a las
heridas…».
Un adorador nocturno, como
nosotros.
El Semanario Católico de Información, “Alfa y Omega”, también recuerda
a otro adorador nocturno, Eduardo Fernández Rojo, quien llevaba a las
personas sin hogar a la adoración nocturna. «Venían ataviados con las bolsas en las que metían sus escasas
pertenencias», Fernández Rojo. «Además de rezar ante el Santísimo, podían usar
el baño y descansar un poco», recuerda. El adorador, en conversación con este
semanario, alude a un
recuerdo imborrable: «El padre Leopoldo Jiménez Montenegro [que falleció por COVID-19 hace unas semanas] un
día me dijo que Bergoglio era un santo». Este sacerdote fallecido contaba cómo el Papa, recién ordenado como Obispo y siendo alguien aún
desconocido en la diócesis, «destacaba en los
corrillos por su
austeridad». Se decía «que ayudaba mucho a los curas jóvenes, que se levantaba a las cuatro de la mañana para
rezar, y que había sido
desde joven adorador nocturno, como nosotros»…
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