«SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE»
Nuestra fe
siempre es pobre y necesita ser alimentada cada día por la escucha de la
Palabra de Dios. Es una fe que se debe hacer peregrina en la confianza, de que
sé, de quién me he fiado, y como decía San Pablo estoy persuadido de que el
Señor llevará a buen término la obra que comenzó en nosotros. Una fe que hace
milagros cuando vivimos en el convencimiento de que Dios siempre es Padre, y
actúa como Padre, aunque caminemos por valles oscuros. Si verdaderamente
ponemos la mirada en el Dios todopoderoso que ensalza de la basura al pobre, y
los hace sentarse con El a la mesa del compartir.
Alimentar la fe, sabiendo que nos tiene
que llevar a vivir con la esperanza cierta, de quien vive en la caridad.
Alimentarse de la Palabra de Dios, descubriendo en los acontecimientos de la
vida y de la historia, que siempre es el Señor el que tiene la última Palabra.
No vivir lamiendo nuestras propias heridas, con la convicción de que no hay
solución, y de que hay que retirarse a los cuarteles de invierno, hasta que no
nos toquen tiempos mejores. En el fondo es una tremenda falta de fe, que nos
hace tirar la toalla y darle más cabida a la oscuridad, que a la certeza de
saber que viene galopando la aurora.
Siempre el Señor admira en su bondadoso
corazón a los que viven de fe. Se admira y asombra ante tantos encuentros con
El, cuándo descubre la confianza y la fe de quien arranca el milagro porque
sabe que el Señor siempre actúa a nuestro favor. Siempre nos ganamos su
Corazón, cuando desde la fe, le décimos una y otra vez, en ti confío. Acercarse
siempre a su Persona, a su Corazón, con esta fe, que como un niño se lanza a
vivir confiado en los brazos de su Madre, pues sabemos que aunque una madre se
olvidara del hijo de sus entrañas, jamás se olvidaría el Señor de nuestras
necesidades. Hay que pedirle con toda confianza a quien sabemos que tiene
abierto su Corazón.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo
de Coria-Cáceres
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