«ÉSE ACOGE A
LOS PECADORES Y COME CON ELLOS.»
Lucas es el
evangelista de la misericordia y este texto lo rezuma por todas partes. No deja
de ser llamativo y original qué si leemos las tres parábolas de la misericordia
que se encuentran en el capítulo 15 se destacan tres realidades evangélicas.
Primero, la alegría de haber encontrado lo
que estaba perdido. Se pierde una moneda, una oveja, y un hijo, y todas las
llamadas es a la inmensa alegría por haber hallado lo que estaba perdido. Es
saber que somos la alegría en el Corazón de Cristo, cuando nos dejamos
encontrar por El, por muy perdido que nos encontremos.
Segundo, porque insiste Lucas tanto en el
UNO. Se pierde un hijo, una oveja, y una moneda. Se podrían haber perdido tres
hijos, diez ovejas, y treinta monedas…porque se fija en que lo que se pierde es
un hijo, una oveja, una moneda…y hay tanta alegría en el corazón de Dios, que
parece que va a estallar.
Es la lógica del UNO, y que es
esencialmente lo que hace distinto y original al cristianismo. Nuestro Dios ha
perdido la cabeza por cada uno de nosotros. Dios no sabe amar en abstracto,
porque sería un amor no creíble. Dios increíblemente nos ama a cada uno. De uno
en uno. Y ha perdido la cabeza por ti y por mí, porque solo sabe amar
concretamente a cada persona que de un modo admirable ha creado, y más
admirablemente ha redimido.
Por último, nuestra vida es cantar las
misericordias del Señor. Su amor es loco y lleva al perdón, que es la mayor
expresión de su amor misericordioso. La alegría de nuestra vida, es saber que
siempre que volvemos a la casa de su Corazón, la alegría inunda todos los poros
de nuestro corazón.
Vivimos la
alegría de quien ha conocido el amor, y tiene un Padre que siempre cuida de
nosotros, y nos entrega a su Hijo, que nos guía con la luz de su Corazón
misericordioso, a lo más profundo de una vida de caridad, y de servicio a los
más pobres.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
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