«SEÑOR, ENSÉÑANOS A
ORAR…»
Después de no
acertadas interpretaciones, la oración de petición hoy como siempre ha vuelto a
situarse en verdad en su lugar como oración plenamente evangélica. Escuché
alguna vez a algunos pensando que habían descubierto el Mediterráneo, mi
oración es solo de alabanza y agradecimiento, pero no pido nada porque Dios
sabe lo que necesito mejor que yo. ¡¡Claro que lo sabe!!, pero no lo sabe
por ti, si tú no te presentas con un corazón necesitado.
Si Benedicto XVI hablaba de Dios, como el
que mendiga nuestro amor, también cada uno de nosotros debe ser mendigo del
amor de Dios y de cada persona humana. El amor no se
exige, se mendiga. La oración de
petición que Jesús nos enseña en Lucas tiene tres pasos y se recoge en el Padrenuestro.
El primer paso es la afirmación de orar a un Padre Bueno, que nos quiere y que quiere que
le pidamos… pedid y se os dará. Solo viven la oración de petición
aquellos que han saboreado la paternidad de un Dios que nos quiere con locura y
que desea para cada uno de nosotros lo mejor.
Segundo, si no nos sentimos necesitados,
no somos pobres y por tanto nos situamos delante del Señor, ricos y con la
satisfacción del que no se abre a recibir porque lo tiene todo y no necesita ni
de Dios ni de nadie. Solo piden de
verdad los pobres, y los que viven abiertos a la Misericordia de Dios.
El último paso es la oración de petición
que tiene su culminación en el Padrenuestro, es el que de verdad ora, desea y
pide, el mendigo. Aquel que se abre porque se siente
necesitado de todo. Como un niño pequeño que su única arma es el pedir,
el llorar, el patalear, hasta que sus padres le dan lo que necesite.
Pedir, es exigencia de quien se sitúa delante de Dios y de la gente
pobre necesitado de la ternura de Dios. Solo abiertos a recibir, invocamos con
nuestras manos la ayuda de un Padre, que es siempre Padre, y que se ha
comprometido a concedernos aquello que necesitamos, si es para nuestro mayor
bien y a mayor gloria de Dios.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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