Queridos fieles diocesanos de Cádiz y Ceuta:
¡Cristo ha resucitado,
Aleluya!
¡Feliz Pascua! ¡Paz a vosotros!
Celebremos el gran misterio que
fundamenta nuestra fe: Jesús, el crucificado, ha resucitado de entre los
muertos. Esta experiencia de júbilo se prolonga permanentemente en la Iglesia y
los cristianos nos felicitamos en este día diciendo: «Felices Pascuas» […]
Podemos estar verdaderamente
alegres porque celebramos la victoria de la vida sobre la muerte, de la gracia
sobre el pecado, de la esperanza sobre el desánimo, del amor sobre el odio. Un
amor infinito nos ha salvado de la muerte y nos vivifica. Deseo – más vivamente
aún en este año en que celebramos el Jubileo Diocesano – que la vida del
Resucitado llegue plenamente a todos vosotros, fieles diocesanos, y que llene
con su gracia a todos los seres humanos, y a todas las dimensiones de nuestra
existencia personal y social.
¡Cristo ha
resucitado! Así lo
anunciaron los ángeles a las santas mujeres que fueron al sepulcro y después
avisaron a los perplejos apóstoles. Ellos pudieron comprobarlo más tarde viendo
el sepulcro vacío, en las apariciones que el Señor hizo en el cenáculo y en el
camino de Emaús. La prueba de la tumba vacía fortaleció su fe y les hizo
superar el escándalo de la cruz y su posterior desorientación. Recibamos
también hoy a quien, una vez más, en medio de nosotros, nos dice: “Paz a vosotros” (Jn 20,19). Respondámosle de nuevo: “Señor mío y Dios mío”, como hizo el apóstol
santo Tomás (Jn 20,27s), y convirtámonos en evangelizadores entusiastas que le conocen y le
anuncian por todas partes. Dios – que nos desvela en cada Pascua el misterio de
su amor infinito – “vuelve a
decirnos:” ¡No está aquí ha resucitado! Y te espera
en Galilea, te invita a volver al tiempo y al lugar del primer amor y decirte:
No tengas miedo, sígueme” (Francisco, Vigilia Pascual, 2018).
Los discípulos de Emaús,
desconsolados y desanimados, una vez que escuchan la explicación de las
Escrituras y comparten con el Resucitado la fracción del pan, descubren que
Jesús es alguien que alimenta su existencia, les da fuerza para caminar, les
transforma el corazón y los pone en camino para compartir la alegría con los
hermanos.
Este paso –“pascua”— quedó
abierto desde entonces para llevar hoy al encuentro con el Resucitado a quien
quiera que le busque.
Hoy, como entonces, con toda sencillez, Él se nos
acerca y camina con nosotros. ¡Tan
sencillamente entra en nuestra vida la resurrección del Señor! En cada
Eucaristía, Cristo vivo y glorioso sale a nuestro encuentro para renovar
nuestra esperanza y fortalecernos, y nos entrega su Cuerpo y Sangre, donde es
posible experimentar aún su presencia permanente.
Tendríamos que preguntarnos también
nosotros, sin embargo, si la experiencia con el Resucitado en la Eucaristía nos
impulsa a recorrer el camino con los hermanos ofreciéndoles su amor y
compasión; si ese encuentro renueva nuestra fe y nos impulsa a descubrirlo
presente y necesitado en los marginados de la sociedad. ¿No nos falta a
veces una experiencia más profunda de este encuentro con Cristo vivo?
El contacto directo con Cristo desencadena la chispa que hace saltar la fe
si lo vivimos con intensidad, sin rutinas ni adormecimientos. Celebrar la
Pascua, “es volver a creer que Dios irrumpe y
no deja de irrumpir en nuestras historias desafiando nuestros ‘conformantes’ y
paralizadores determinismos”, y que, por consiguiente, “es dejar que Jesús
venza esa pusilánime actitud que tantas veces nos rodea e intenta sepultar todo
tipo de esperanza” (Francisco, id.).
A los discípulos les costó
entonces reconocerle, pues estaban ciegos, por lo que Jesús inició una
pedagogía que dura hasta hoy: «Y
comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se
refería a él en toda la Escritura» [...]
Hermanos y amigos todos: Nuestra vida
pertenece a Cristo, somos hombres nuevos. Injertados por
el bautismo en su propia vida, el Buen Pastor, inmolado por nosotros, nos lleva
sobre sus hombros. “¿Queremos tomar
parte de este anuncio de vida o seguiremos enmudecidos ante los
acontecimientos?” – nos acaba de preguntar el Papa
Francisco – . Dios que vuelve a decirnos: “¡No
está aquí ha resucitado! y te espera en Galilea, te invita a volver al tiempo y
al lugar del primer amor y decirte: no tengas miedo, sígueme”. Que
la experiencia de ser testigos de su Resurrección nos mueva a todos a cantar
“aleluya”, a bendecir a Dios por el enorme regalo de la vida nueva que nos ha
hecho, habiendo vencido el Señor la muerte y al pecado. Vivamos sin temer nada
-más que al pecado-, unidos como Iglesia de Cristo, fuertemente asidos a ella,
en la comunión del cenáculo que marca la vivencia más profunda del Espíritu de
Dios que hemos recibido para, abiertas las puertas, salir a anunciar a todos
que Jesús es el Señor y ha venido al mundo al encuentro de cada uno.
¡Anunciad
la Resurrección a los que preguntan, a los que dudan, a los que no creen, y siempre “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado
a la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra!” (Col 3,1-2). ¡Su victoria es nuestra victoria! ¡Feliz Pascua de Resurrección!
+ Rafael
No hay comentarios:
Publicar un comentario