NATURALEZA Y GRACIA
SE ARMONIZARON EN MARÍA, DE MODO ADMIRABLE
SE ARMONIZARON EN MARÍA, DE MODO ADMIRABLE
Un modelo sublime de
santidad se nos ofrece en la Virgen Inmaculada, quien desde el primer instante de su concepción fue para el mundo
como un océano ilimitado de perfección y de virtud. Primogénita entre todas las
criaturas, fue siempre purísima y perfectísima; sus
pensamientos, afectos y deseos, y sus obras estuvieron adornadas siempre de
admirables virtudes, de las cuales emanaba un perfume suave, como de flores muy
fragantes, sin que hálito profano alguno empañase dicha belleza. Durante toda
su vida fue una criatura muy diligente, en la cual la naturaleza y la gracia
alcanzaron siempre un admirable acuerdo, y el espíritu y la carne, los poderes
superiores e inferiores se armonizaron perfectamente con la justicia original.
Tú, en cambio, en tu vida,
te has manchado de muchas culpas. ¡Cuánta
negligencia en el cumplimiento de la ley divina, cuántos preceptos infringidos,
cuántos deberes descuidados! Mira qué furiosa batalla se libra en ti, cómo los sentidos se rebelan contra la razón, y la carne contra el
espíritu. Cuántas veces has hecho vano el maravilloso don de la gracia. Desde
hace mucho tiempo el Señor te muestra insistentemente sus deseos ardientes de
salvarte, y tú contrarías su voluntad, rechazas sus inspiraciones, te resistes
a su gracia. Y si a veces aceptas su invitación, no sabes corresponder a los fines
altísimos de su Providencia.
La causa de todo ello es la falta de
espíritu de oración. Por parte de los eclesiásticos, se estudia a Dios, se
predica a Dios, se explica a Dios, se discute de Dios; en los Evangelios, en la
Escritura, se lee acerca de Dios; y, sin embargo, el espíritu sigue siendo
árido, sin devoción. Mucha ciencia y ninguna oración; todo
el alimento es para la inteligencia, nada para la voluntad.
Piensa
que tu dependencia del Señor es esencial, absoluta, continua. ¿Por qué, pues,
no levantas tu mirada al cielo para alabar, bendecir y glorificar a la divina
Bondad? Si orientases todo hacia Dios y a Dios, llegarías a ser santo. Rectifica, pues, tus
intenciones, haz el bien, ama el bien, pero únicamente por
Dios, sólo por Él. Intenta imitar a la perfectísima e Inmaculada Virgen María, aspirando siempre a los carismas mejores.
Aunque hablases las lenguas
de los ángeles, aunque conocieses los secretos de la mente de Dios, aunque los
muertos resucitasen tras una señal tuya, todo esto no te resultaría más
provechoso que un solo grado de gracia santificante. Son útiles las virtudes
cardinales, pero más aún lo son las virtudes teologales. Es valiosa la fe,
valiosa la esperanza, pero aún mayor que ellas es la caridad, que conlleva los
dones del Espíritu Santo.
De las Meditaciones de San Francisco Antonio
Fasani
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