EL TRABAJO DEBER Y
DERECHO HUMANO
“El reino de los cielos es semejante a un
amo de casa que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña” (Mt 20,1).
Con estas palabras
comienza el pasaje evangélico de la liturgia de hoy. La tan conocida parábola
de los trabajadores de la viña contiene en sí muchos temas. Entre éstos es
fundamental la idea de que es Dios quien llama al hombre al trabajo y que el
trabajo debe contribuir a la plasmación continua del mundo según el proyecto
del mismo Dios. Todo tipo de trabajo humano, todas sus variantes, están
incluidas en la parábola evangélica.
En el punto de
partida esta parábola incluye la llamada al hombre a redescubrir el significado
del trabajo, teniendo presente el designio salvífico de Dios.
¿Qué es el trabajo humano?
A este importante interrogante hay que dar
una respuesta articulada. Ante todo es una prerrogativa del hombre-persona, un factor de plenitud humana que ayuda
precisamente al hombre a ser más hombre. Sin el trabajo no solo no puede
alimentarse, sino que tampoco puede autorrealizarse, es decir, llegar a su
dimensión verdadera. En segundo lugar y consecuentemente, el trabajo es una
necesidad, un deber que da al ser
humano, vida, serenidad, interés,
sentido. El Apóstol Pablo advierte severamente, recordémoslo: “el que no
quiera trabajar, no coma" (2 Tes 3,10). Por consiguiente cada uno está llamado a desempeñar una actividad
sea al nivel que fuere, y el ocio y el vivir a costa de otros quedan
condenados. El trabajo es, además, un
derecho, “es el grande y fundamental derecho del hombre”.
El trabajo llega a ser igualmente un servicio, de tal modo que “el
hombre crece en la medida en que se entrega por los demás". Y de esta
armonía se beneficia no sólo el individuo sino también la misma sociedad.
Estos son
solamente algunos pensamientos sobre el tema acerca de la naturaleza del
trabajo humano. Los ponemos juntos aquí haciendo referencia a la llamada del
amo de casa que sigue saliendo a contratar obreros para su viña para la
jornada, como dice la parábola evangélica. Recordemos
que en su mismo punto de partida esta parábola contiene la invitación al hombre
a que encuentre su significado último en el designio salvífico de Dios, sea
cual fuere el tipo de trabajo que desarrolle. Y oremos para que crezca y se
ahonde en cada hombre la conciencia de este significado. Pues según el designio de Dios, con el trabajo no sólo debemos dominar
la tierra, sino también alcanzar la
salvación. Por tanto, al trabajo está vinculada no sólo la dimensión de la
temporalidad, sino también la dimensión de la eternidad.
San Juan Pablo II, papa
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