COLABORAR CON DIOS
“¿Qué os
parece?” -pregunta Cristo en el Evangelio escrito por Mateo y leído en este
domingo- “¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le
dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. Él le contestó: Voy, señor. Pero no
fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: No quiero. Pero
después se arrepintió y fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” (Mt 21,28-31).
Cristo
comienza y termina con una pregunta. La respuesta a esta pregunta es fácil. Los
oyentes responden que “el último” ha realizado la voluntad del padre. Así pues,
este domingo escuchamos algunas palabras evangélicas sobre la viña y el
trabajo.
¿Qué es el
trabajo?
Contestemos
una vez más a esta pregunta, recordando ante todo que es colaboración con Dios
en el perfeccionamiento de la naturaleza, según el precepto bíblico de someter
la tierra (cfr.
Gen 1,28). El Creador quiso al hombre explorador,
conquistador, dominador de la tierra y de los mares, de sus tesoros, de sus
energías, de sus secretos, de manera que el hombre recupere su auténtica
grandeza de “partner de Dios”. Por eso el
trabajo es noble y sagrado: es el título de la soberanía humana sobre la
creación.
El trabajo, además, es
medio de unión y de solidaridad, que
hace a los hombres hermanos, los educa en la cooperación, los fortalece en
la concordia, los estimula a la conquista de las cosas, pero sobre todo de la
esperanza, de la libertad, del amor. Mediante las divisiones funcionales de la
producción el trabajo puede crear un tejido de colaboración consciente y
compacto, y hace a la sociedad más armónicamente operante hacia la meta de un
orden justo para todos. Por todo esto la
Iglesia lo estimula y lo bendice.
Nos hacemos la pregunta
sobre la naturaleza del trabajo en relación con el Evangelio de la liturgia de
hoy. Cada uno de nosotros es uno de los que sienten la llamada del Padre
dirigida a los dos hermanos: “Ve hoy a trabajar en la viña” (Mt 21,28). Y cada uno de nosotros, después de haber oído esta llamada,
puede comportarse como el primero o como el segundo de ellos.
La parábola evangélica
enseña que en el trabajo se contiene una
respuesta, que el hombre da a Dios con toda su vida y su comportamiento. El
trabajo tiene su sentido no sólo en la construcción de la "ciudad
terrestre" sino también en la construcción del Reino de Dios.
San Juan Pablo II, papa
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