El adorador nocturno no
solamente debe ser activo en la 0ración, sino también en el sacrificio.
El reglamento nos pide que asistamos una
noche de cada mes a la Vigilia ordinaria y que velemos en esa noche durante la
hora que se nos designe. Indudablemente que para cumplir ese deber es necesario
hacer muchos pequeños sacrificios. Dejar las comodidades,
pocas o muchas, de nuestro hogar; abandonar a la familia que queda intranquila
por nuestra ausencia; pasar la noche en un sitio poco adecuado, a veces verdaderamente
incómodo, como sucede en algunas Secciones; permanecer en vela durante algún
tiempo, cuando el cansancio natural nos agobia; sufrir las inclemencias del
tiempo y a veces largas y peligrosas caminatas, como tienen que soportarlo
hermanos alejados de los centros poblados ... , todo esto
es sacrificio y a veces bastante duro.
¿Cuál es la actividad qua el
adorador puede desarrollar en ese aspecto?
En primer lugar, cumplir
fielmente con esos deberes, sea cual fuere el trabajo y
dificultades que se nos presenten. Ser
pues, estrictamente puntuales en nuestra
asistencia, aunque nos sintamos ligeramente indispuestos, aunque la familia se
acongoje un poco, aunque la lluvia o el frio traten de impedirnos el asistir.
Además, aceptar de buen agrado la hora de vela que
se nos fije, el sitio para descanso que se nos señale, el cambio de turno que
nos ordenen y, en general, cualquier cosa que quizá pueda
contrariar nuestro gusto.
No olvidemos, además, que en el sacrificio
hay tres grados: 1º, el aceptarlo sin repugnancia; 2º , que es más alto, el
desearlo con amor; y 3º, más alto todavía, el buscarlo con gozo y alegría.
Cuando tú, hermano adorador nocturno,
asistas a tus vigilias con verdadero anhelo y procures que te sean dadas las
horas de vela más pesadas, el rinconcito más humilde para descansar y todo lo
que sea más duro y difícil, entonces serás verdaderamente activo en
el sacrificio.
LA LÁMPARA DEL SANTUARIO noviembre 1949
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