FEBRERO : ADORACIÓN Y REPARACIÓN
Alabado sea el
Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA
MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
“¡Ahí está Jesús! ¡No dejadlo abandonado!”
Siempre es bueno recordar
que venimos a la adoración porque Dios previamente nos ha llamado… Primero, Él, “el
Dios vivo y verdadero, llama incansablemente a cada persona al encuentro
misterioso de la oración”. Segundo, nosotros respondemos “esta
iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la
actitud del hombre es siempre una respuesta.” ¡Qué privilegiados somos de ser
llamados a este encuentro con Dios!
Y para encontrarse con Dios
hay muchas maneras, lo sabemos: su presencia está en la Sagrada
Escritura, por su palabra, donde dos o tres se reúnen
en su nombre por su promesa; en
nuestros corazones, por la gracia; en
los sacerdotes como en sus ministros... Sí,
todo eso es cierto, pero, "sobre todo, (está
presente) bajo las especies eucarísticas".
Entonces, ¡doblemente privilegiados de ser
llamados a este encuentro de oración y a este encuentro con la Eucaristía!
Recordemos que el modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es
singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de
ella “como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos
los sacramentos”.
Estas varias maneras de presencia llenan
el espíritu de estupor y llevan a contemplar el misterio de la Iglesia. Pero es
muy distinto el modo, verdaderamente sublime, con el cual Cristo está presente
a su Iglesia en el sacramento de la Eucaristía, que por ello es, entre los
demás sacramentos, el más dulce por la devoción, el más bello por la
inteligencia, el más santo por el contenido; ya que contiene al mismo Cristo (San Pablo VI Mysterium fidei).
Y, sin embargo, ¡cuántos no escuchan
esta llamada! ¡cuánto desprecio e indiferencia ante esta sublime presencia! Por
eso, estamos llamados a la Adoración sí, pero a la adoración reparadora. Que
repare tanto amor ofendido, tan poca respuesta a un Amor tan grande. Esta
vigilia mensual, que sea de adoración y de reparación.
Tenemos ejemplos de adoración
reparadora en la Sagrada Escritura. Cuando María Magdalena se
adelanta y llora ante Jesús sus pecados, y limpia con sus lágrimas
los pies de Jesús; cuando, más tarde, María en Betania, de nuevo, se pone a sus
pies y rompe un frasco de perfume en honor de Cristo.
También nosotros en
esta velada nos vamos a colar en la sala donde está Jesús; somos conscientes de
nuestros pecados, y de cuántas veces no hemos respondido a su llamada o no
hemos hecho aprecio de su presencia… pero venimos, como María a
reparar. Primero, nuestros propios pecados. Se trata de que,
esta noche, hagamos como María: “colocándose detrás de él, se puso a llorar a
sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos,
los cubría de besos y los ungía con perfume.”
Queremos acompañar hoy a Jesús con
especial cariño porque somos conscientes de que nos ha
perdonado mucho. También nosotros somos unos pecadores. ¡Él
ha pasado por alto muchas de nuestras indiferencias! Nos ha perdonado una deuda
no simplemente de unos “eurillos”, le debíamos millones, ¡pero todo nos lo ha
perdonado! ¿Cuál de los dos amará más?» «Pienso que aquel a quien perdonó más».
Y no sólo eso, esta noche no se trata
simplemente de ponernos a los pies de Jesús (adorar) agradeciendo su amor que
nos ha perdonado (reparar), sino también de poner amor donde
otros han puesto desamor. De poner detalles de cariño donde otros
se han olvidado totalmente. A Jesús esas faltas de Simón también le afectan y
le duelen. Pero, por suerte, tiene a María que sabe bien cómo consolar a Jesús:
“Entré en tu casa y tú no derramaste
agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con
sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de
besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.”
Imitemos a María, no a
Simón. Adoremos y reparemos. Con la misma amorosa
audacia… “Cuando veo a la Magdalena adelantarse, en presencia de los numerosos
invitados, y regar con sus lágrimas los pies de su Maestro adorado, a quien
toca por primera vez, siento que su corazón ha comprendido los abismos de amor
y de misericordia del corazón de Jesús, y que por más pecadora que sea, ese
corazón de amor está dispuesto, no sólo a perdonarla, sino incluso a prodigarle
los favores de su intimidad divina y a elevarla hasta las cumbres más altas de
la contemplación” (Carta
de santa Teresita).
También los Santos nos
animan a la adoración y la reparación…, como san Manuel González.
Gran apóstol de los sagrarios abandonados… después de aquella experiencia que
él tuvo en aquel pueblecito andaluz, su primera parroquia, y ver el sagrario
tan olvidado, sucio y descuidado. Aquello le marcó para siempre. ¡Cómo podemos
tratar así a Jesús!... “fuime derecho
al sagrario. Ahí mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, que me
miraba, que me decía mucho y me pedía más, una mirada en la que se reflejaba
todo lo triste del Evangelio: lo triste de no tener posada, de la traición, de
la negación, del abandono de todos”
Con
qué fuerza nos dice hoy estas palabras:
“ve al Santísimo, te espera desde hace miles de años, solo a ti. Quiere verte
a ti. Da igual el enfado, el poco tiempo que tengas. Da igual
que te sientas alejado de él, que no entiendas, que te cueste. Entra,
mírale y observa. Tú le necesitas y Él te necesita. ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí
está!”
Preguntas para el
diálogo y la meditación.
■ ¿Soy
sensible a las distintas presencias de Cristo, además de la Eucarística?
■ ¿Reparo
con pequeños gestos de amor el desamor de los hombres?
■ ¿Tengo “adoptado” un
sagrario, donde visitar a Jesús?
¡NO LO DEJEN
ABANDONADO!