OCTUBRE: DESDE
EL CUARTO DE GUARDIA
Alabado sea el
Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN
NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
1º marco para esta
noche de octubre.
La amistad de Cristo contigo y conmigo no
es una frase hecha, tantas veces oída que pasa por mente y corazón como el que
oye llover. Es una realidad más verdadera que nuestra propia vida. Esta noche, un
objetivo: confirma que aceptas a Jesucristo como tu amigo.
Busca en tu interior la tecla de “confirmar” o díselo al recitar los salmos, en
el silencio de la audiencia privada de la media hora de oración meditativa,
después de la comunión o una vez tras otra, incansablemente, aunque parezcas un
pelma y un “cansalmas”. Busca la tecla en tu alma: confírmale “Yo estoy
orgulloso de ser tu amigo, encantado de que tú lo seas mío”.
2º una oración
jaculatoria al espíritu santo, para que nos encienda en amores.
Ven Espíritu Santo. Nada está en nuestras manos. La primera oración oficial de un adorador nocturno en el manual es la invocación al Espíritu para que renueve nuestro interior y seamos recreados de nuevo. El hombre viejo es una rémora que llevamos dentro. El Espíritu renueva todo, nos crea de nuevo. La sangre de Cristo derramada nos hace hombres nuevos por el soplo y la obra del Espíritu Santo
Veni Creator Spiritus, Mentes tuorum
visita, |
Ven Espíritu Creador; |
3º un texto del venerable don Luis de Trelles que nos inicie en la
oración meditativa.
La Lámpara del Santuario es una fuente inagotable de sabiduría eucarística. En 1886, Don Luis escribió una serie de artículos en que expone sus gozosas reflexiones al contemplar el prodigio de la Eucaristía, no sólo para admirar la grandeza y soberanía de todo un Dios, sino para caer en cuenta y ser agradecidos con las asombrosas consecuencias que le traen al ser humano, o sea, a ti y a mí. Hoy elijo el primer fragmento, y en las consideraciones de noviembre y diciembre elegiré respectivamente otros dos. Son joyas para enamorarnos de la Eucaristía y entusiasmarnos de nuestra vocación de Adoradores Nocturnos. Nada de lo que escribe es ocurrencia suya. Él divulga a los grandes teólogos, santos padres, magisterio de la Iglesia. Él pone su asombro, su claridad expositiva y su apasionamiento.
La amistad es el nivel más elevado del
amor. Cristo nos mandó amar a los enemigos, amarlos hasta dar la vida por ellos.
Pero amigos nos hizo a sus discípulos, a los que necesitamos intimar con él. La
amistad iguala a los amigos. Leamos meditativamente:
“Por esta serie de razonamientos es
dogmática la amistad del hombre con Dios, la igualdad de Cristo, en cuanto hombre,
con el hombre, la comunidad de vida de Cristo con el hombre, y, lo que es más
que todo eso, la vida de Cristo en el hombre y del hombre en Cristo por la
Comunión, puesto que dice el Evangelio: y bebe mi Sangre vive en mí y yo
en él.» Viene bien a semejante portento de amor la frase del Profeta Habacuc:
Oí, Señor, tu voz y temí; vi tus obras y quedé espantado...» ¡Pero qué dulce
espanto! ¡Qué milagro de afecto! ¡Qué merced de la divina
Omnipotencia! Es preciso meditar detenidamente,
reflexionar, contemplar esta maravilla inapreciable, para poder adivinar todo
su alcance y colegir el amor inmenso, infinito, que lo produjera. Porque lo que
se ve con los ojos del alma, lo que se cree, por virtud de la fe en las
palabras de Cristo, el hecho de que por la Comunión vive el
hombre en Dios y Dios en el hombre, y late al unísono el corazón de Cristo con
nuestro corazón, y mezcla el Señor su Sangre con nuestra
sangre, y reparte con nosotros, si correspondemos a su vocación, su pensamiento
y su deseo, y se corresponden el hombre con Cristo y Cristo con el hombre, en
la más íntima, acendrada y verdadera amistad, por un modo misterioso y sublime.
Esta serie de hechos, repetimos, con ser
tan grandes, no son más que efectos del amor inmenso, infinito, do Dios al hombre
que reposa en el corazón de Cristo.
Que el hombre caiga de
rodillas, que bese la tierra que huella, y que eleve las manos al
Cielo con cantos de júbilo y acciones de gracias, exclamando: ¡Cómo! ¡El
hijo de Dios es mi hermano! ¡Es mi amigo! ¡Se ha hecho, en cuanto hombre, mi
igual; reparte conmigo los impulsos del corazón, los afectos
del alma y los pensamientos de la inteligencia! ¡Su Sangre ha teñido de púrpura
mi boca! ¡Su Carne, real y sustancialmente presente en la Hostia consagrada, da
pábulo (comida) a mi estómago y se va a infiltrar en mis venas! ¡Su vida misma,
la vida del hombre Dios, se conglutina con la mía!» Imposible
parece; pero todo esto es de fe.” (Lámpara
del Santuario 1886, página 241)
Preguntas para el
diálogo y la meditación.
■ La amistad de Cristo no es
un sentimiento opinable y pasajero. Es un dogma de fe. Es esencial para la vida
de un creyente. ¿Tendrá que ver con el mandato supremo de Amaros los unos a los
otros como yo os he amado, para que asimilados por gracia a su Corazón podamos
llegar a ser no sólo discípulos, sino otros Cristos en Cristo y por Cristo? La
amistad nos iguala.
■ ¿Cómo puede la nada
igualarse con el todo? ¿Conocéis de verdad lo que es el amar en plenitud de
Cristo? Lo mínimo sería echarnos por tierra en agradecimiento y soltar un
llanto inacabable de gratitud. Para morirse de gozo
■ ¿Qué tiene que ver con el
don de la amistad con Cristo estas sus contundentes palabras: El que come mi
Carne y bebe mi Sangre vive en mí y yo en él.»?