La Eucaristía dominical,
corazón de la semana y centro de la vida cristiana
…Es un hecho que el domingo se ha ido
vaciando progresivamente de contenido religioso y son muchos los cristianos que no han descubierto la
riqueza espiritual de la Eucaristía en el día del Señor. Por ello, quiero
volver sobre la participación en la Misa dominical que es obligatoria por ser
un distintivo característico del cristiano y un camino privilegiado para
alimentar la propia fe y para fortalecer el testimonio. Sin la Misa del domingo y
de los días festivos nos faltaría algo que pertenece a la columna vertebral de
la vida cristiana.
Cuando el
domingo pierde su significado fundamental de Día del Señor y se transforma en
un día de pura evasión, queda el cristiano prisionero de un horizonte tan
estrecho que no le deja ver el cielo, como escribiera el Papa Juan Pablo II.
Por desgracia, son muchos los católicos que a pesar de vivir inmersos en un
ambiente cultural de raíces cristianas, desconocen la riqueza espiritual que encierra el domingo y la
celebración eucarística.
En el
domingo debe ocupar un lugar preeminente la oración y, sobre todo, la
Eucaristía. Todos hemos de procurar que nuestra participación en ella sea para nosotros el
acontecimiento central de la semana. Es un deber irrenunciable,
que hemos de vivir no sólo para cumplir un precepto, sino como una necesidad,
para que nuestra vida cristiana sea verdaderamente coherente y consciente. No
olvidemos que la Eucaristía es el alimento que necesitamos más que nunca en las
peculiares circunstancias en las que vivimos los cristianos hoy, en medio de
una sociedad profundamente secularizada. Por ello, qué verdaderas son las
palabras que pronuncian los mártires de Cartago en el año 304, cuando acuciados
por el procurador romano que les conminaba a abandonar la participación en la
mesa del Señor, responden con esta frase rotunda: "Sin la eucaristía no
podemos vivir".
En la
Eucaristía dominical, los cristianos nos reunimos como familia de Dios en torno
a la mesa de la Palabra y del Pan de vida y nos alimentamos con el manjar del
cielo para luchar contra el mal, vivir nuestros compromisos con entusiasmo y
valentía y confesar al Señor delante de los hombres. Por otra parte, la
celebración eucarística es el lugar privilegiado donde la comunión es anunciada
y cultivada. Por ello, a través de la participación en la Santa Misa, el día
del Señor se convierte también en el día de la Iglesia, que se construye y
edifica a través de la celebración de la Eucaristía. En ella comprendemos cada
vez mejor nuestros orígenes, de dónde venimos y a dónde vamos, y reconocemos
nuestras verdaderas señas de identidad Así
lo sentían los primeros cristianos, para quienes la participación en la celebración dominical constituía la
expresión natural de su pertenencia a Cristo, de la comunión con su Cuerpo
místico, en la gozosa espera de su segunda venida.
Es necesario reafirmar en la vida de nuestras
comunidades parroquiales la centralidad del Día del Señor y de la Eucaristía
dominical. Es preciso insistir también en la dignidad y sacralidad de las
celebraciones, utilizando los ornamentos preceptuados por la Iglesia y
favoreciendo la presencia de monaguillos bien formados, verdadero manantial de
vocaciones…
Les pido
por fin que fomenten las diversas formas de piedad eucarística, las procesiones con el Señor y la exposición y la
adoración del Santísimo Sacramento, todo lo cual constituye un verdadero manantial de fidelidad y de
santidad.
Termino la última carta del curso
pastoral. Deseo unas felices vacaciones a quienes podáis disfrutarlas. Dios
quiera que no sean un tiempo perdido en nuestra relación con el Señor, sino un
tiempo de gracia y de provecho espiritual muy cerca de la Eucaristía.
Para todos, mi saludo fraterno y mi
bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla (de una Carta Pastoral)
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