
1. El fugaz recuerdo de su inicio
2. El recuerdo del primer y breve despertar. Una persona, una voz hacia la esperanza.
3. El recuerdo del segundo despertar. La dudas de la cruda realidad.
Una vez reconocido el medio en el que me encontraba, porque había logrado habituar mi visión a la intensidad lumínica imperante, me sobrevino unos deseos irrefrenables por conocer, urgentemente, noticias sobre mi estado de salud y cuánto tiempo llevaba hospitalizado.
Mis pensamientos estaban demasiados confusos. Mi cerebro muy torpe, aún, no podía discurrir con normalidad. Así con la mirada perdida en la ventana de aquella habitación, pasé largos espacios de tiempo. No sé cuantificarlos, porque para mí el tiempo había perdido cualquier referencia objetiva. Minutos, horas, es difícil de precisar. Se sucedían los tiempos muertos y nadie aparecía para visitar a este torpe y convaleciente paciente. ¿Por qué no acudían las enfermeras, el personal médico a cargo?
A través de aquella gran ventana, se colaba la luz solar. Pero, por mucho que transcurriera el tiempo, el sol no caía. La luz mantenía su intensidad invariablemente.
¿Qué pasaba aquí, no había sucesión de días y noches, no había vigilancia médica, nadie me informaba de mi estado? ¿Estaba, en verdad, en un hospital?
Estas preguntas y otras muchas de parecidos planteamientos me agitaron en la cama sobremanera. Una fuerte presión en mis sienes dio paso a una necesidad de desconectar de esta tensión obsesiva por lo que de nuevo, tras no sé cuanto tiempo de vigilia, de manera gradual sucumbí al estado del descanso.
4. El recuerdo de tercer despertar. El proceso de reconocimiento de mi entorno.
Silencio absoluto. Aquel entorno frío, despersonalizado, dotaba a la experiencia que estaba viviendo de un carácter no sólo extraño, sino también huérfano de sentimientos. Mis sensaciones no eran desagradables, pero ni mucho menos me sentía cómodo con esta situación. Allí me encontraba en un pasillo descomunal, de no sé que institución, completamente desnudo y descalzo, llevaba andando con cierta seguridad desde hacía algunos minutos y aquel pasillo no se le veía fin. Todo era nuevo para mí, pero sin embargo mi persona aceptaba aquella situación sin fuertes contrastes en mi estado de ánimo. Sí, reconocía que la situación por la que estaba pasando no era regular, no tenía información contrastada de cual era mi verdadera situación, no había contactos con ninguna otra persona desde hacía mucho. Intuía que aquellas paredes deberían ser, no podía ser otra cosa que una residencia hospitalaria, en la que me reponía de las consecuencias de la desafortunada caída. Sin embargo, esto era una sospecha que poco a poco se iba diluyendo, porque, ¿Qué centro sanitario está tan desierto de personal, de mobiliario? De personalidad intranquila, a veces nerviosa, en mi pasado inmediato, mi actual respuesta, tan solo se quedaba en un planteamiento de búsqueda de mi actual destino. Con lo que me estaba aconteciendo, para cualquier mortal, hubiera sido más que suficiente para dejarse llevar por el descontrol emocional cercano a la histeria. Sin embargo, allí estaba yo, a la expectativa, es decir levemente preocupado por mi devenir. Tan solo una inercia instintiva me hacía avanzar, de manera mecánica, dejando tras mía a izquierda y a derecha, puerta tras puerta, así, ni siquiera nacía en mi interior el más mínimo gesto de curiosidad por conocer sus interiores.
Me había convertido en un caminante errante. Un ser artificial y profundamente desmotivado, con carencias de sentimientos, sí, era como si me hubiera contagiado de la frialdad reinante entre aquellas paredes. Mi capacidad de reacción, la improvisación creativa que intenta resolver problemas, mi inteligencia como vehículo de adaptarse a las circunstancias, se había paralizado y quizás atrofiado.
5. El reconocimiento de mi incapacidad e indefensión como punto de partida.
No podría cuantificar cuantos metros de este pasadizo amplio o galería había recorrido. Decenas de puertas, a ambos lados de mi discurrir, las había dejado atrás. De manera autómata continuaba mi peregrinaje sin destino definido. Desde hacía bastante, comenzaba a estar hastiado de caminar de manera rutinaria. Sin embargo, esta sensación no daba paso a la anulación voluntaria de aquel comportamiento incesante de proseguir mi marcha. Me encontraba como manipulado y vinculado hacia una actuación que por supuesto estaba lejos de mis apetencias. No obstante, ni un momento de reflexión, ni una duda, ni un solo momento de parada. En mi faz, no había gestos de contrariedad, no transmitía lo que en mi interior trataba de aflorar. Sí, sin duda, desde lo más hondo de íntima persona, lentamente, se estaban generando algunas impresiones o elementos liberadores que podrían proyectar sobre mi futuro inmediato un cambio radical a la hora de razonar.
En efecto, mi actual disposición con respecto a mí, hasta ahora, forma de proceder había tocado fondo. Mi intelecto había estado dormido, pero una vez asumido este proceso degenerativo de inactividad, despertó y desencadenó un grado de rabia e inconformismo tales que acumuló energías suficientes para romper con la dinámica pasiva que hasta ahora había imperado. El primer fruto de esta autonomía de acción fue el cambio de actividad de manera fulminante. Repentinamente, giré hacia la derecha y penetré al interior de la estancia contigua. Sí, era un pequeñísimo hito de raciocinio, más bien producto de un impulso evasor de la rutina impuesta. Sin embargo, este sencillo ejercicio de elección, fue el principio orientador de aquel enigma en el que estaba envuelto.
6. El renacer a las fuentes del conocimiento.
7. Más allá de los límites de lo razonable.
¡Ah, lo que hubiera dado por haber podido comentar con alguien este acontecimiento¡
Sí, por qué no, me gustaría departir, sobre todo con ellos acerca de esta buena experiencia. Con avidez inusitada segundos más tardes mis ojos buscaron la mirada de mis padres. Una inmensa seguridad de que aquella locura, una más, iba a tener una consecución positiva me inundaba. Así fue, nuestras miradas se encontraron y de una manera natural y directa se cruzaron afectivamente. Tras esta mirada de complicidad entre padres e hijo que destilaba esencias tan profundas, tan cálidas, tan afectivas, tan generosas de mutuos agradecimientos, hicieron que desde nuestros respectivos lagrimales brotaran lágrimas de amor incontenible por una felicidad sublime. Totalmente desbordado por este último acontecimiento mi mente quiso, aún, adentrarse en el límite de lo imposible, así, me acerqué tanto a mis progenitores que incluso pude tocarlos, abrazarlos, sentir su textura, su temperatura corporal. Extasiado, pues había encontrado a mis seres más queridos, aquellos que había perdido hacía ya más de una década, todo eran palabras entrañables, ambiente íntimo que me hacían regocijarme sin parar. Allí entre su regazo estaba el retoño, era la imagen viva de mi propia identidad en tiempos de recién nacido, era un bebé rollizo y aún enrojecido por los rigores del parto, tal cual aparecía en las fotos de familia que habitualmente había contemplado en innumerables ocasiones. Por consiguiente, allí, delante de mí, se estaba dando una duplicidad de identidad en lo que se podía denominar como dislocación o desdoblamiento temporal, el futuro observaba con deleite su propio pasado y ambos cohabitaban en un fenómeno único, increíble y casi imposible, pero la realidad de la evidencia inmediata dictaba una contradicción más, una más que añadir a esta arrebatadora aventura en la que estaba envuelto. No me resistía a seguir disfrutando de este maravilloso encuentro, pues presentía que sería muy efímero y que además todavía me quedaba mucho que recorrer y probablemente algunos hechos venideros no serían tan placenteros como el presente.
Como gesto de cariño, extendí mi mano hacia el precioso niño, que se encontraba recostado en posición fetal, llegué a palpar su abdomen sonrosado y abultado. El pequeño ajeno a mis caricias seguía libándose su pulgar derecho, en unos segundos mi cuerpo sintió una desconocida conmoción, era como una invasión masiva por cada parte de mi cuerpo de una energía potencial que al mismo tiempo que renovaba mis órganos, mis músculos, mi piel, me iba mutando en otra entidad diferenciada.
Súbitamente la estancia volvió a su normal estado. Tan solo una cama ocupaba parcialmente la vacía estancia. De nuevo había sido devuelto a la fría y cruda realidad de un ambiente, que ahora sí, estimaba desagradable y gélido. No obstante, desde mi interior algo había cambiado profundamente. Además de conservar en mi memoria las esencias positivas de la reciente experiencia vivida, como alimento estimulante en ulteriores momentos de depresión. Tenía una vitalidad extraordinaria y unos deseos de continuar sin desfallecer en mi particular éxodo por este sorpresivo mundo de lo inesperado.
8. Un guía llamado Krol.
Me dispuse a abandonar la estancia porque intuía que mis vivencias en la misma habían finalizado. Así, que me adentré, otra vez, en aquel inacabable y amplio pasillo de reiterativa presentación. Llevaba caminando bastante tiempo, aún continuaba totalmente desnudo, sin embargo, desde la renovación energética a la que me había sido sometido, no sentía ningún tipo de molestias externas. Cayendo en la rutina de andar sin destino prefijado, cerré los ojos recreando la imagen de mis padres y fue tan motivadora que permanecí así durante algunos segundos, esta pérdida de la visión exterior fue suficiente como para que de forma inesperada un obstáculo me impidiera avanzar. Abrí los ojos y allí estaba él, un hombre de cabellera rubia y vestido totalmente de blanco, su edad era aproximadamente la mía, de unos 40 años.
- Hola, me llamo Krol, soy tu guía. Me alegra comprobar que mi presencia ni tan siquiera te ha inquietado. Eso demuestra que la conversión energética ha sido un auténtico éxito. No siempre es así de efectiva, reconozco en ti a un aventajado introducido porque has sabido canalizar perfectamente tu primera gran prueba.
- Gracias, no sabes qué feliz me siento al poder contar con alguien que me pueda orientar. Aunque gracias a Dios, ahora me encuentro mucho mejor, quizás tengas razón es como si me hubiera robustecido.
- No lo dudes José, así ha sido, antes de la gran primera prueba, has pasado por el período conflictivo de la acomodación a una nueva dimensión. Tras, muchos días de debatirte entre la vida y la muerte tu etapa terrenal se transformó. Sin embargo, nuestros espíritus, cuando se disponen a transitar a otra esfera superior, si lo hacen de manera traumática, no asumen con prontitud esa faceta de ascenso. Tu opción de cambio producido por una caída brutal e inesperada, tu edad, tus asuntos pendientes en la tierra, te habían aferrado a lo terrenal, por eso dentro de ti se organizó una verdadera contienda entre lo que tendía a otro plano superior y lo que aún se aferraba al inmediato inferior.
- Te estoy muy agradecido, ahora empiezo a comprender episodios recientes. Por lo que me dices, es inequívoco el aceptar el que estoy irremediablemente muerto.
- Bueno, José, entiende, que aún tienes muy reciente tu proceso de tránsito, es lógico que el concepto de vida y muerte sea contemporáneo a tu percepción desde la esfera de lo terrenal. Sin embargo, es hora de que asumas, que el concepto de la vida es infinitamente más amplio, estamos en un plano de vida más evolucionada. Por lo tanto, la vida tal cual la has desarrollado, hasta hace poco, estaba condicionada en exceso por una estructura corpórea débil y limitada. Así tus potencialidades para poder saborear y adentrarte en las mieles del conocimiento sin barreras, estaban mediatizadas y se veían determinadas por factores de herencia y ambiente, aquí esto no sucede. En definitiva, tu vida se ha transformado y ha evolucionado más allá de lo que puedas imaginar, incluso procesos como avances y retrocesos en el Tiempo son viables.
- Comprendo ahora el porqué de estas nuevas formas de sentir. Estas nuevas experiencias que me posibilitan acceder a regresiones en el tiempo y llegar a hacerlas presentes en mi actual dimensión de percepción.
- Bien, compañero, mi trabajo no sólo es ilustrarte acerca los pormenores de esta nueva existencia, fundamentalmente es guiarte hacia tu destino. Como verás aquí, ya ha terminado este vehículo de conexión en el que has habitado durante el período de adaptación. Mira antes de que puedas tomar posesión de tu destino, deberás cumplir al menos una prueba más. La primera ha correspondido al pasado, intuitivamente tu espíritu seleccionó tu nacimiento a la vida terrena. Fue un encuentro fructífero con tus ancestros en el cual además de percibir su aceptación y apoyo te beneficiaste de la plena e intachable energía del recién nacido. Con esto, has cargado en tú haber unas energías que te vendrán muy bien para acudir a las próximas citas. A continuación desde esta otra sala en la que entramos a continuación, podrás introducirte en lo que en estos momentos sucede en el presente de tu anterior existencia. No te perturbes, estaré contigo al final de la sesión, ahora es menester que acudas solo a esta nueva cita.
9. La segunda y definitiva prueba.
En definitiva, que mi nueva estructura de pensamiento, más idealista, más altruista, operaba en mí unas ganas irrefrenables de actuar consecuentemente. Así, decidí, incondicionalmente, atender a mis próximos. Con mis propias energías, quizás no era una gran aportación en cantidad y tal vez tampoco en calidad, pero sí tenía a mi favor un factor decisivo; cual es la convicción de que actuaba por dignificar a quienes más lo necesitaban.
Sudoroso y cubierto de polvo, llevaba a hombros a mi pequeño amigo. Sus padres, siempre cerca de mí, no perdían ni un minuto la atención sobre mí. Yo les sonreía y trataba de aliviar sus penas, dándoles ánimos a través de los gestos que más familiares me iban surgiendo de mi improvisada creación. Tras unos minutos de avanzar por aquel camino arenoso y difícil, todos sentimos una gran conmoción porque a unos kilómetros de distancia se veían ondear las banderas de asistencia de la Cruz Roja. Así, las escasas fuerzas de la mayoría se vieron renovadas y entre todos comenzaron a entonar un cántico tribal, que imagino que sería de acción de gracias. Una vez llegado al centro de asistencia, entregué a sus padres su pequeño. Estos esbozaron una leve sonrisa y se dispusieron a guardar las largas colas de atención y aprovisionamiento.
Así terminó mi segunda prueba, allí de pie en la estancia aséptica mi guía Krol, me preguntó:
- Que tal José, ¿Contento?
- Sí, me encuentro muy bien. Mira, no necesito llegar a la tercera prueba, aquí me gustaría continuar siendo útil a los demás.
- A partir de estos momentos, tú dispones de tu inmediato destino. Yo he cumplido mi misión de introductor. Creo que has cargado tu espíritu interior de gran energía. Además esa energía la vas a canalizar hacia los más desfavorecidos y eso me halaga no sólo a mí, un mero cumplidor de la misión encomendada, sino al Creador. Volverás a la esfera de lo terreno con las fuerzas intactas de un ser neonato y de una persona con vocación solidaria. Enhorabuena. José. Siempre te recordaré.
10. Un tránsito de ida para comprender y otro de vuelta para compartir.
Han pasado más de 2 años desde aquella experiencia inolvidable. Sin embargo sigo teniendo presente y actual aquel proceso de Tránsito hacia la Vida después de la Vida. Un fenómeno que ha marcado totalmente mi existencia presente. Dejé todas mis ocupaciones, me casé con la enfermera que me atendió en el hospital, durante casi 6 meses en coma profundo. Sí, es la misma que afortunadamente me encontró maltrecho en el rellano de la escalera. Hoy ambos, participamos activamente en la misión seglar de un campamento de refugiados, aquí dentro del territorio árido y esquilmado del estado africano de Etiopía. Diariamente atendemos a muchos emigrantes que huyen de la pobreza y de la guerra, cuando les atendemos, calmando su sed, curando sus heridas, entregándoles pan y arroz, ellos siempre dejan entrever una leve sonrisa de agradecimiento. Es la misma que recuerdo e identifico en aquel mi pequeño amigo, el que me dio lo que tenía, tan solo una pequeña onza de chocolate.
17/11/2008
Autor: José Manuel Relinque Quevedo
1 comentario:
No hay duda es un buen relato. Con intriga lo he leído, y me ha hecho pensar. Que es bastante.
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