OCTUBRE :
TU CORAZÓN EN EL MÍO
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA
INTIMIDAD CON DIOS
Un momento culminante de
toda vigilia de Adoración Nocturna ha de ser el momento de la Comunión.
Cuando en la Misa nos acercamos a recibir el pan de los ángeles se da uno
de los adelantos del cielo más intensos que puede haber en la
tierra: la común-unión, de Su Corazón con el mío. Aún
bajo el velo de las especies eucarísticas y en la penumbra de la fe, pero
perfectamente auténtico y verdadero. ¡Qué maravilla!
La comunión mensual de nuestra vigilia ha
de ser especialmente cuidada. Que sea un momento de gracia y encuentro, que
después prolongaremos durante la noche ante
el Santísimo Sacramento. La devoción al Corazón de Cristo nos
ayuda a vivir este abrazo con toda su fuerza. El Papa Francisco nos explicó en
la Dilexit nos, cómo ha sido así históricamente y cómo debe seguir siendo así
en nuestros días:
“La propuesta de la comunión eucarística
los primeros viernes de cada mes, por ejemplo, era un fuerte mensaje en un
momento en que mucha gente dejaba de comulgar porque no confiaba en el perdón
divino, en su misericordia, y consideraba la comunión como una especie de
premio para los perfectos. En ese contexto jansenista, la promoción de esta
práctica hizo mucho bien, ayudando a reconocer en la Eucaristía el amor
gratuito y cercano del Corazón de Cristo que nos llama a la unión con él.
Podemos afirmar que hoy también haría mucho bien por otra razón: porque en
medio de la vorágine del mundo actual y de nuestra obsesión por el tiempo
libre, el consumo y la distracción, los teléfonos y las redes sociales,
olvidamos alimentar nuestra vida con la fuerza de la Eucaristía. (Dilexit
Nos 84.)”
“Nadie debe sentirse obligado a realizar
una hora de adoración los días jueves. Pero, ¿cómo no recomendarla? Cuando
alguien vive con fervor esta práctica junto con tantos hermanos y encuentra en
la Eucaristía todo el amor del Corazón de Cristo, «adora juntamente con la
Iglesia el símbolo y como la huella de la Caridad divina, la cual llegó también
a amar con el Corazón del Verbo Encarnado al género humano». (Dilexit
nos 85.)
Para nosotros la comunión no
es un mérito adquirido o un derecho. Nos sabemos profundamente
miserables como para recibir un don tan grande, pero al mismo tiempo no
queremos hacerle a nuestro Dios el feo de no aceptarlo si en su gran
misericordia insiste en dárnoslo. ¡Qué privilegio! Enséñanos
a reconocer en cada comunión el don de tu cuerpo entregado y el Amor de tu
Sagrado Corazón.
Para nosotros adorar no es
sólo cuestión de deber u obligación. El día que nos hicimos
adoradores nocturnos adquirimos un compromiso, eso es cierto, pero es
un compromiso de amor. Lo hacemos de mil amores. La Iglesia nos
lo recomienda, últimamente en palabras del Papa Francisco en la encíclica sobre
el Corazón de Jesús. Habla sobre la Hora Santa, pero nos sirve también a
nosotros:
Muchas veces nos preocupamos de nuestra
dieta, de nuestra alimentación, de qué comer o qué no comer. Hay en nuestra
sociedad cada vez mayor cultura alimenticia… pero ¡qué poca cultura
eucarística! Qué poco preparamos el banquete del Amor. Qué
poco sabemos o nos interesamos por este alimento no ya del cuerpo sino del
alma. ¿Cómo vamos a subsistir espiritualmente, en la vida
cristiana, si no nos preocupamos por sacarle todo su jugo, el néctar escondido
de este divino alimento?
Don Luis de Trelles insistía en unir nuestro corazón al de Cristo
durante la comunión eucarística, para así unirnos a su oración y oblación al
Padre para el bien de las almas. Compuso no pocas oraciones de
acción de gracias para después de comulgar. Aquí una de ellas: “Os ofrezco,
Señor, todos y cada uno de los méritos incomparables de aquella inmolación
perfecta del Corazón Divino de Jesús en el árbol santo que nos dio fruto de
redención, las virtudes de Jesús como compensación de nuestros vicios, el amor
infinito de Dios Hijo a su padre, por nuestra tibieza y desamor y las acciones
perfectísimas todas de Jesús por las imperfecciones todas inherentes a nuestra
mísera humana condición”. (LS 2,1871 pp.420)
Preguntas para el
diálogo y la meditación.
■ ¿Qué es comulgar?
■ ¿Valoramos la
comunión como deberíamos?
■ ¿Qué nos puede ayudar a hacerlo mejor?