MAYO
: ADORAR Y
BENDECIR
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
BENDITO Y ALABADO SEA
Ben-decir es decir bien.
Hablar bien de algo, de alguien. ¡Cuánto necesitamos cambiar
nuestro espíritu de crítica, de maledicencia por un Espíritu de Bendición!
¡Cómo cambiaría el mundo si por cada crítica dicha la cambiáramos en una
alabanza a dicha persona! Mirar el bien para decir el bien. Ver
lo bueno para cantar lo bueno… Adorar la Eucaristía debe ayudarnos a esto. Por
eso ante el Santísimo se cantan bendiciones. Porque bendiciendo a Dios nos
hacemos más capaces de bien-decir de los hermanos. La
Eucaristía es sacramento de bendición.
San Cirilo llama
a este augusto Sacramento de bendición. De bendición, porque de
hijos de ira y de maldición, Cristo nos mereció la bendición y la gracia ... de
bendición, porque en Él y por Él serán benditas todas las gentes: de
bendición, porque es la vida de la gracia: de
bendición, porque es la salvación del ánima: de bendición, porque es
la que se ha de dar en el día tremendo de la Justicia final. (LS,
TI, 1870 p.10.)
En realidad, la
bendición funciona en dos direcciones. De abajo arriba y de arriba
abajo. Nosotros bendecimos a Dios,
queremos ensalzar su nombre sus bondades, sus cualidades: ¡Bendito
sea Dios! ¡Qué expresión tan bella y qué fácilmente viene a
nuestros labios estando junto al Santísimo! Pero nosotros no
podríamos hacer esto si previamente Jesús no nos hubiera bendecido él, como
Dios eterno. Él nos dio la vida por su palabra “dijo
Dios”… “y vio que era bueno”. La creación misma es una inmensa ben-dición. Pero
además su redención, su misericordia no hace sino multiplicar la bendición en
nuestros corazones.”
“La oración de bendición es
la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice,
el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda
bendición” (CEC 2626). El
Espíritu Santo es el Mensajero de esta bendición. Tanto la que asciende como la
que desciende… “Dos formas fundamentales expresan este
movimiento: o bien la oración asciende llevada por el Espíritu Santo, por medio
de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido) o bien
implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de
junto al Padre” (CEC 2627).
Así podemos entender la gran
bendición que supone cada vigilia de Adoración Nocturna. Es
un encuentro entre dos movimientos, nosotros buscamos a Dios,
Dios nos busca a nosotros. Cada
convocatoria mensual es un lugar propio de bendición mutua. Uno
de los momentos más hermosos del ritual de
Adoración es cuando después de haber
recibido la Bendición del Santísimo nosotros respondemos con una letanía de
bendiciones “Bendito sea su santo nombre”, “Bendito sea
Jesucristo en el Santísimo sacramento del Altar” …
San Pablo proclama con emoción el
plan de amor de Dios y dice así: «Bendito sea el Dios
y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con
toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto
nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e
inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus
hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado» (Ef
1,3-6) … Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los
discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad
que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que
son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el
que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y
abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos (Mc
10, 13-16).
Una experiencia intensa es la de leer estos
textos bíblicos de bendición en una prisión, o en un centro de desintoxicación.
Hacer sentir a esas personas que permanecen bendecidas, no obstante sus graves
errores, que el Padre celeste sigue queriendo su bien y esperando que se abran
finalmente al bien. Si incluso sus parientes más cercanos les han abandonado,
porque ya les juzgan como irrecuperables, para Dios son siempre hijos. Dios no
puede cancelar en nosotros la imagen de hijo, cada uno de nosotros es hijo, es
hija. A veces ocurren milagros: hombres y mujeres que renacen. Porque
encuentran esta bendición que les ha ungido como hijos. Porque la gracia de
Dios cambia la vida: nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos … No
podemos solo bendecir a este Dios que nos bendice, debemos bendecir todo en Él, toda
la gente, bendecir a Dios y bendecir a los hermanos, bendecir el
mundo: ésta es la raíz de la mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse
bendecidos y la capacidad de bendecir. Si todos nosotros hiciéramos así,
seguramente no existirían las guerras. Este mundo necesita bendición y nosotros
podemos dar la bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y a nosotros
nos queda tan sólo la alegría de bendecirlo y la alegría de darle gracias, y de
aprender de Él a no maldecir, sino bendecir. Y aquí solamente una
palabra para la gente que está acostumbrada a maldecir, la gente que tiene
siempre en la boca, también en el corazón, una palabra fea, una maldición.
Para el diálogo y la
meditación.
Cada uno de nosotros puede pensar: ¿yo tengo esta costumbre de maldecir así? Y pedir al Señor la gracia de cambiar esta costumbre para que nosotros tengamos un corazón bendecido y de un corazón bendecido no puede salir una maldición. Que el Señor nos enseñe a no maldecir nunca sino a bendecir.
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