LA MÍSTICA DEL MIÉRCOLES DE
CENIZA
El Miércoles de
Ceniza, fecha litúrgica que marca el comienzo de la escalada cuaresmal. Desde este día hasta antes del Triduo Pascual son los
cuarenta días simbólicos que recuerdan el
tiempo que Jesús estuvo en el Desierto venciendo las tentaciones que le ofreció Satanás. Esta cifra que recordamos por
la estancia de Jesús en el desierto, hace un guiño a gran cantidad de
acontecimientos del Antiguo Testamento efectuados en 40 días o 40 años.
El Miércoles de Ceniza envuelve una mística especialísima que marca la pauta
de lo que será toda la Cuaresma. Se abre paso poniendo la mirada en el otro, en los demás, especialmente en los más necesitados. Insiste en la caridad sobria, sin anunciarlo con trompetas como lo hacen los
hipócritas gritándolo por las calles. Jesús insiste que, al hacer la caridad se
haga con extremo cuidado, sin que la mano izquierda sepa lo que hace la
derecha. Es muy claro al señalar que es vital que
la caridad quede en secreto.
Más adelante
insiste en la oración en secreto, ante el Padre Celestial que ve lo secreto; sin poses ni actuaciones farisaicas que se satisfacen
con la mirada de los demás. Llama a una oración íntima y en
intimidad. Así como es Jesús al hablar, con
una progresividad pedagógica, luego de insistir
en la mirada a los otros por medio de la caridad. Insiste en mirar a Dios por medio de la oración. La última mirada es a uno mismo por medio del ayuno, este es un llamado a la sobriedad y a la
solidaridad, al recato en lo
que justamente se le ofrece al cuerpo para su alimentación y nutrición.
La caridad, la
oración y el ayuno es la insistencia del Día de la Ceniza, y es la ruta
con la que se ha de seguir cada uno de los días de la
Cuaresma. Ni la ceniza ni la Cuaresma son
un fin en sí mismos, sino un medio que quiere ayudar a llegar renovados a la
celebración de la Pascua. Hacia allá apunta todo.
Del
Semanario Alégrate
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