OCTUBRE : ADORAR CON LOS
ÁNGELES
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
ADÓRENLO LOS ANGELES DE DIOS
Ciertamente es rico el símbolo
de la luz. Esa luz que oscila junto al sagrario nos habla de la
presencia eucarística, pero también los Santos Padres entendían que cuando Dios
“hizo la luz” se refiere a todas las criaturas espirituales, a los ángeles. No
es tan diferente, los ángeles y la lamparilla siempre hacen lo
mismo, adorar la presencia de Dios escondida en la Eucaristía.
Hoy somos invitados a adorar al Verbo con
los ángeles de Dios. Como la Iglesia nos invita en todos los prefacios de la
Misa, juntémonos a todos los coros angélicos para proclamar a Dios tres veces
santo y postrarnos en su presencia… De la Encarnación a la
Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada
de la adoración y del servicio de los ángeles. (CEC 333) En
su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces
santo; invoca su asistencia en el Canon romano o en la liturgia
de difuntos, o también en el "himno querúbico" de la liturgia
bizantina y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (San Miguel, San Gabriel, San Rafael,
los Ángeles custodios…- CEC 335)… Nuestra misión es la misma
que la de los ángeles: adoración y servicio al Verbo encarnado. No
olvidemos que cuando Dios introdujo a su primogénito en la nueva tierra dijo
“Adórenlo todos los ángeles de Dios”. (Hb
1, 6). No olvidemos que Jesús nos dice que nuestro ángeles
“están siempre viendo el rostro de mi Padre” (Mt 18,10). Ellos nos cesan de adorar,
en esta noche nos invitan a adorar junto a ellos. Como
hicieran en aquella otra noche: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se
juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en
la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.” (Lc 2, 10-14).
Ángeles fueron los que
protegieron a Jesús durante su infancia, avisando a los Magos de
las intenciones de Herodes, advirtiendo a José para que huyera o anunciándole
que ya podía volver. (Cf
Mt 1, 20; 2, 13.19). Ojalá los ángeles nos ayuden a ser tan
fieles guardadores y custodios del cuerpo de Jesús.
Ángeles fueron los que se le acercaron a
Jesús después de las tentaciones del desierto.
Para reparar el “non Serviam” satánico que tiene incluso la desfachatez de
sugerir a Jesús que le adore a Él, los ángeles buenos por el contrario le
adoran y le sirven (Cf
Mc 1, 12; Mt 4, 11) Sólo a Dios adorarás ¿Seremos nosotros
ángeles de luz?... “Entonces, se le apareció un ángel venido del
cielo que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía
más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de
sangre que caían en tierra.” (Cf
Lc 22, 43).
Que los adoradores nocturnos
podamos escuchar, como aquel ángel estas
hermosas palabras después de cada vigilia: “esta
noche habéis sido consuelo de Jesús en Getsemaní”… Pero
que no nos quedemos sólo en imitar a los ángeles adorando a Jesús ¡ya es mucho!
¡pero no es suficiente! Debemos imitar también a los ángeles
sirviéndolo, evangelizando, anunciando. Seamos luz, no
sólo para la gloria de Dios, sino también para todos nuestros hermanos que
esperan escuchar el mensaje de Jesús.
Como Gabriel a Zacarías y a María (cf Lc 2, 8-14),
como aquellos ángeles a la mujeres: “no está aquí ¡ha resucitado!” (cf Mc 16, 5-7).
Que podamos unir nuestras voces a aquellos ángeles que cantarán la segunda
venida de Cristo (cf. Mt, 24, 31)
Los santos nos animan a
venerar y amar a los ángeles, para
con ellos, venerar y amar a nuestro Creador: A
sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos.
Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran
devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los
ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos
están presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para
protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha
dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que
cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son
tan grandes. Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos
guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y
según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro
amor y honor ha de tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para
ellos como para nosotros. San Bernardo Abad, Sermón 12 sobre el salmo 90: 3,6-8 (Opera Omnia, ed. Cisterc, 4 [1966],
458-462)
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Le
he puesto nombre a mi ángel de la guarda?
■ ¿Le
pido que me ayude a adorar?
■ ¿Tengo
devoción a san Miguel, san Gabriel y san Rafael?
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