Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
POR EL AMOR DE DIOS
¡Oh Madre de Dios! Nos postramos a los pies de vuestra grandeza, para implorar con humildad un destello de vuestra luz de gloria que ilumine con sus resplandores nuestra comunión, encendiendo nuestro corazón en el amor divino para recibir con fruto, real y sustancialmente, al mismo Dios y hombre verdadero que, bajo las especies sacramentales, se acerca a nosotros por su amorosa condescendencia, no obstante nuestra miseria e indignidad. (L.S. Tomo XV (1874) Pág. 288)
Bella esta oración con la que Luis de
Trelles pide a la madre de Dios que encienda nuestro amor en amor divino, es
decir, en caridad, para poder acercarnos de una manera más fructuosa a la
Eucaristía, a la comunión y a la adoración. La caridad, he ahí
el secreto de toda nuestra relación con Dios, lo que marca
la calidad de nuestro encuentro con él. Caridad es calidad. Cualquier
obra, si está hecha con amor de Dios,
cobra un valor enorme, se hace merecedora de gracia. ¡Cuánto
más si esa obra es tan digna como la adoración eucarística!
Adorar con caridad, con intenso y
fervoroso amor de Dios en el pecho debería ser nuestro objetivo cada vez que
acudimos ante el sagrario. No sin motivo la Eucaristía se llama
Sacramentum caritatis. Porque es signo del amor de Jesús, pero
también porque el modo de acercarnos a él es amando.
La Santísima Eucaristía es
el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos
el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable
Sacramento se manifiesta el amor «más grande», aquel que impulsa a
«dar la vida por los propios amigos» (cf. Jn 15,13). En
efecto, Jesús «los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Con
esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús:
antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a
sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico
Jesús sigue amándonos «hasta el extremo», hasta el don de su cuerpo
y de su sangre. ¡Qué emoción debió embargar el corazón de los Apóstoles ante
los gestos y palabras del Señor durante aquella Cena! ¡Qué
admiración ha de suscitar también en nuestro corazón el Misterio eucarístico! (Sacramentum caritatis, 1)
Entregándonos su presencia sacramental,
Jesús nos confirma que su amistad va en serio. A la hora de marcharse, encuentra
la manera de, a pesar de todo, quedarse. Porque nada quiere más el
amigo sino la presencia del otro amigo. Para Jesús sus delicias es estar con
los hijos de los hombres, para nosotros ¿nuestra delicia es estar con el Hijo
de Dios?
Hoy deberíamos tratar de
imitar a Juan en la última Cena. Es decir, ponernos en su
lugar para con él, amar y adorar a Jesús Eucaristía. Que sintamos fuertemente
la pena de ver cómo ante el amor de Cristo entregado hay sin embargo quienes
piensan en traicionarlo. (Jn
13, 22-26) En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me
entregará.» Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.
Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.
El que Jesús amaba, ese eres
tú. Haz como Juan, procura situarte bien en esta noche.
Ahí, al lado de Jesús, ante su altar. Piensa cuantas veces tú mismo le has
entregado a Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién
está hablando.». El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor,
¿quién es?» Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.»
Y haz lo que Juan,
recuéstate en el corazón de Jesús, recuerda su grandeza y recuerda tu pequeñez,
y piensa como el amor ha deshecho la distancia. Ten
caridad con Cristo, él la tiene contigo. A Jesús le duele
especialmente que es uno de los suyos quien le traiciona. “Si mi enemigo me
injuriase lo aguantaría, si mi adversario fuera contra mí, me burlaría de él,
pero eres tú mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad” el que
moja en mi mismo plato… Pero aquello no apaga el amor de Jesús, lo hace crecer:
(Jn 15,9-17) Como
el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si
guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que
mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
Permanecer ahí, en el amor de Jesús, en su
corazón, junto a su Sacramento. Ahí estamos ante el
torrente que baja del Cielo, desde el Seno de la Trinidad hasta nosotros,
pasando por el corazón humano del Verbo encarnado. Permanecer
en su amor y adorar en su amor, acabará por llenarnos de
gozo. El gozo colmado es la felicidad. Este es el mandamiento mío:
que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo
no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que
he oído a mi Padre os lo he dado a conocer
Jesús nos llama amigos, lo
somos realmente, y nos pide que extendamos su amor. La Eucaristía nos debe
llevar a amar a los hermanos, con caridad. Caritas es amor divino no
simplemente ayuda económica a gente que no conocemos. Se trata de hacerse
amigos, en Cristo. Una adoración verdadera sin duda nos debería comprometer más
en la labor caritativa de la Iglesia.
Los santos nos dan ejemplo
de ello. Quizá la Madre Teresa es quien mejor lo recuerda para nuestro mundo de hoy. -"Nuestra
vida tiene que desarrollarse en tomo a la Sagrada Eucaristía. ... fijen los
ojos en Aquél que es la luz; acérquense de corazón a Su
Divino Corazón; pídanle que les conceda gracia para
conocerlo, amor para amarlo, valentía para servirlo. Búsquenlo con todas sus
fuerzas."-
-"Por intermedio de María, la causa de nuestra alegría, ustedes descubrirán que nadie en la tierra les recibirá con mayor alegría, nadie en la tierra los amará más que Jesús, que vive y que está verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento... Él está ciertamente allí, en Persona, esperándolos.” - “No podemos separar nuestra vida de la Eucaristía, porque si llegamos a hacerlo, en ese mismo momento algo se rompe. La gente pregunta, “¿De dónde sacan las hermanas la alegría y las fuerzas para hacer lo que hacen?” La Eucaristía no implica sólo el hecho de recibir, sino también el hecho de saciar el hambre de Cristo. Él nos dice, “Vengan a mí, porque Él tiene hambre de almas."
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Adoro a Cristo con amor?
■ ¿Qué muestras de amor hay en
el ritual de nuestras vigilias?
■ ¿Cómo llevo la caridad que
recibo ante la Eucaristía a los demás?
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