Espiritualidad Católica como fuente testimonial. Tras el reconocimiento de nuestro carisma cristiano, buscamos ser consecuentes y por lo tanto expandir el Evangelio de Cristo en nuestra sociedad.
TIEMPOS LITURGICOS
jueves, 26 de enero de 2023
viernes, 20 de enero de 2023
REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
ENERO: ADORACIÓN EUCARÍSTICA.
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
No cese nunca nuestra adoración…
¡Qué importante recordar siempre nuestra
vocación! Volver al Amor Primero. ¿Para qué venimos a la ANE?
Para adorar la Eucaristía. Y esto es fundamental. Adorar, como nos
recuerda el Catecismo, es la primera actitud del hombre que se reconoce
criatura ante su Creador. ¿Qué es adorar? ¿En qué consiste esta actitud? Se
trata de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” y callar en silencio
respetuoso, en presencia de Dios “siempre mayor”.
Y esto por dos motivos muy importantes: la
adoración exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho y la omnipotencia del
Salvador que nos libera del mal. Dios es nuestro Creador y Redentor. Por eso el
primer deber de la criatura y del salvado, es adorar a este Dios tan bueno.
Adorar mucho a Dios en la
Eucaristía produce dos efectos preciosos en nuestra alma: nos
llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas. Nos
hace pequeños y confiados, como los niños, dependientes en todo de Dios, pero,
a la vez, seguros de que Él nos cuida.
“La Iglesia y el mundo tienen una gran
necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este
sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la
adoración, en la contemplación llena de fe y abierta
a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No
cese nunca nuestra adoración” (Juan
Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 3).
Tenemos ejemplos de
adoración en las Sagradas Escrituras: los Reyes Magos, por
ejemplo, tienen claro a qué vienen a Jerusalén, “¿Dónde
está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en
Oriente y hemos venido a adorarlo” “La
estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el
lugar donde estaba el niño” “y al entrar en la casa, encontraron al niño con
María, su madre, y postrándose, le adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le
ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.”
Hoy nos toca imitar a los
Reyes Magos. Vengamos de donde vengamos (de dificultad, de pereza, de sueño, de
sequedad…), no importa. Lo importante es que venimos a
adorarlo. Queremos reconocer, como los Reyes Magos, más allá de sus disfraces,
a Dios escondido. Le adoramos, como un niño pequeño en un pesebre, y le
adoramos, tras las especies eucarísticas en una custodia. No es tan distinto. Sabemos
que su Presencia es verdadera, real y substancial, de su Cuerpo y Sangre, alma
y divinidad: Cristo entero. Somos guiados a Él por una estrella. Es
como una luz, la luz de la fe que
nos trae todos los meses a adorar la presencia Eucarística, como atrajo a los
Magos a la adoración. Y una luz que también puede representar a
María; ella siempre nos precede, va antes que nosotros, y
cuando llegamos a Jesús, ¡allí está ya ella! María nos atrae a Jesús, nos atrae
a la Adoración, María es nuestra madre en la fe y, a la vez, la
Madre de Jesús. Y por eso ¡qué mayor alegría para ella que
ver a sus hijos reunidos! Como a los Magos, Ella nos acompaña en esta noche.
Ante Jesús, en esta noche, iluminados
por su estrella, también nosotros abrimos nuestros cofres. Ofrecemos a Jesús
nuestras posesiones, nuestras oraciones, nuestras debilidades… nuestro oro,
incienso y mirra. Reconozcamos su Divinidad, su Humanidad y su
Realeza en esta noche de Adoración. Notaremos fruto espiritual en nuestras
almas. Volveremos por otro camino a nuestro quehacer diario.
También los Santos nos
animan a adorar: el recientemente canonizado Carlos de Foucauld confiesa
que se esfuerza “por multiplicar las horas de exposición del Santísimo
Sacramento”; se admira contemplando la belleza de las puestas de sol en el
desierto y sus claras noches, pero confiesa que “abrevio
estas contemplaciones y vuelvo delante del sagrario… hay más belleza en el
sagrario que en la creación entera”. Su deseo, tal como dejó
escrito, fue fundar “una orden de monjes que adoren este Corazón día y noche en
la Santa Hostia expuesta, extendiendo su presencia, multiplicándola y elevando
a un gran número de personas en un lugar, donde la santa Eucaristía y el divino
Corazón irradian luz del mundo sobre muchas regiones de infieles durante
siglos”. Cuando se instala en Tamanrasset, lo primero que hace es construir una
pequeña capilla, donde exponer el Santísimo, y escribe en su diario “Sagrado Corazón
de Jesús, gracias por este primer tabernáculo en país tuareg. Sagrado Corazón
de Jesús, irradiad desde el fondo de este tabernáculo sobre este pueblo que os
adora sin conoceros. Iluminad, dirigid, salvad estas almas que amáis.”
Que nuestra adoración sea
hoy con fruto. Como la de los Reyes Magos, como la de
Carlos de Foucauld, rindamos homenaje a nuestro Dios y Salvador silencioso en
esta presencia eucarística, ofrezcamos nuestros dones a Cristo y
pidamos al Sagrado Corazón por el mundo entero, para que lo guíe y salve desde
la Eucaristía.
Preguntas para el diálogo y la meditación
■ ¿Recuerdas la primera vez que viniste a una Vigilia de la ANE?
■ ¿Tu amor sigue siendo el
mismo?
■¿Notas
que la adoración te hace más humilde, más confiado, que te cambia el corazón?
■ ¿A
qué otras maneras de rezar nos lleva la adoración?
¡NO CESE NUNCA
NUESTRA ADORACIÓN!
«Aprended a hacer el bien, buscad la justicia» (Is 1,
17).
La palabra de vida del mes de enero está
tomada del primer capítulo del profeta Isaías. Esta frase ha sido
elegida para la «Semana de oración por la unidad de los cristianos», que se celebra en todo
el hemisferio norte del 18 al 25 de enero. Los textos han sido preparados por
un grupo de cristianos de Minnesota, en Estados Unidos[1]. La
justicia es un tema candente. Las desigualdades, la violencia y los prejuicios
crecen en una sociedad a la que le cuesta dar testimonio de una cultura de
paz y de unidad.
Y los tiempos de Isaías no
eran muy diferentes de los nuestros. Las guerras, las rebeliones, la búsqueda
de la riqueza y el poder, la idolatría y la marginación de los pobres habían
hecho descarriarse al pueblo de Israel. Con palabras muy duras, el profeta
llama a su gente a convertirse, indicando el camino para volver al espíritu originario
de la alianza de Dios con Abrahán.
«Aprended a hacer el bien, buscad la justicia»
¿Qué significa aprender a
hacer el bien? Hemos de ponernos en disposición
de aprender, lo cual requiere un esfuerzo por nuestra parte. En nuestro camino
diario, siempre tenemos algo que comprender, que mejorar; podemos volver a
empezar si nos hemos equivocado.
¿Qué significa buscar la
justicia? Esta es como un tesoro que hay que buscar y desear: es la meta de
nuestro modo de actuar. Practicar la justicia nos enseña a hacer el bien. Es saber captar la voluntad
de Dios, que es nuestro bien. Isaías ofrece ejemplos concretos. Las personas que Dios
prefiere mayormente, porque son las más indefensas, son los oprimidos, los
huérfanos y las viudas. Dios invita a su pueblo a cuidar de los demás de modo
concreto, sobre todo de quienes no están en condiciones de hacer valer sus
derechos. Las prácticas religiosas, los ritos, los sacrificios y las oraciones
no le son gratos si no se corresponden con la búsqueda y la práctica del bien y
la justicia.
«Aprended a hacer el bien, buscad la justicia»
Esta Palabra de vida nos empuja a ayudar a
los demás a tener una mirada atenta y a socorrer al necesitado con hechos. Nuestro camino de conversión
requiere abrir el corazón, la mente y los brazos, sobre todo, a quienes sufren.
«El deseo y la búsqueda de la justicia
están grabados desde siempre en la conciencia del hombre; Dios mismo los
depositó en su corazón. Pero, a pesar de las conquistas y progresos realizados
a lo largo de la historia, ¡qué
lejos
sigue estando el pleno cumplimiento del proyecto de Dios! Las guerras en curso hoy
en día, así como el terrorismo y los conflictos étnicos, son señal de
desigualdades sociales y económicas, de injusticias, de odios. [...] Sin amor,
sin respeto a la persona, sin atender sus necesidades, las relaciones
personales pueden ser correctas, pero también pueden volverse burocráticas,
incapaces de dar respuestas decididas a las exigencias humanas. Sin amor, nunca habrá
justicia verdadera, no se compartirán los bienes entre ricos y pobres,
no se atenderá la singularidad de cada hombre y mujer ni la situación concreta
en que se encuentran»[2].
«Aprended a hacer el bien, buscad la justicia»
Vivir por un mundo unido es preocuparse de
las heridas de la humanidad a través de pequeños gestos que ayudan a formar la
familia humana.
Un día, J. de Argentina se encuentra por casualidad con el director del instituto donde había dado clases, el cual lo había despedido con un pretexto. Cuando el director lo reconoce, trata de evitarlo, pero J. va a su encuentro. Le pregunta por él y el director le cuenta las dificultades de los últimos tiempos, le dice que vive en otra ciudad y que está buscando trabajo. J. se ofrece a ayudarlo, y al día siguiente difunde entre sus contactos la noticia de que está, buscando trabajo para una persona. La respuesta no tarda en llegar. Cuando el director recibe la noticia de una oferta de trabajo, no se lo puede creer. La acepta, profundamente agradecido y conmovido de que precisamente aquel que él había despedido se interese concretamente por él. J. recibe el «céntuplo», porque precisamente en ese momento le ofrecen dos trabajos que siempre había deseado, desde que estudiaba en la universidad. También él está asombrado y conmovido por el amor tan concreto de Dios[3].
[1] En
Mineápolis (Minnesota), resultó muerto en 2020 el ciudadano negro George Floyd
por la acción de un policía: un homicidio que ha generado un movimiento por la
eliminación de toda forma de discriminación racial.
[2]
C. LUBICH, Palabra de vida. noviembre de 2006: Ciudad
Nueva n. 436 (2006/11), pp. 22-23.
[3]
Tomado y adaptado de «Il Vangelo del giorno». Città
Nuova, año VIII, n. 1, enero-febrero 2022.