La tradición
cristiana ha conservado tres modos principales de expresar y vivir la oración: la oración vocal, la meditación y la oración
contemplativa. Su rasgo común es el recogimiento del corazón. (CIC-C #568). Así que, de acuerdo al Catecismo, y de acuerdo
a la experiencia de vida de oración de los católicos, hay tres formas de expresión en la
oración: vocal, meditación u oración
mental y contemplación.
A pesar de que cada forma de orar tiene características especiales que hacen que se diferencien entre sí, las tres tienen el mismo fin (la unión con Dios), y las tres requieren el recogimiento de la mente y del corazón. Es decir, las tres presuponen el deseo de tomar contacto con Dios a través de la oración.
La vida de
oración - Catholic.net
LA ORACION VOCAL
Podemos decir que la oración vocal es la
oración inicial y más básica que practicamos los fieles. Con ella, seguimos la
inspiración del Espíritu Santo que ya ha puesto la semilla
en nuestro corazón. Es el don incipiente que desarrollara el don de piedad, don
que se acrecienta más y más cuando vamos experimentando la acción de la gracia
de Dios.
La oración vocal, personal o comunitaria,
siempre expresa la pertenencia a una comunidad
plural, la Iglesia, en
la que fuimos injertados por la gracia de Dios en nuestro
Bautismo. La oración nace entonces en lo más
íntimo, en el corazón, y se expresa con la boca en forma de alabanza, de
petición por nuestras necesidades o las de otras personas, y
como no, de acción de gracias. Nada se pierde, pues
los ángeles recogen nuestras oraciones y las presentan al Padre con la
mediación de los santos, de la Virgen María y del mismo Cristo, nuestro Señor,
en unión de su Santo Espíritu.
Con todo lo dicho, podemos decir que la oración vocal nos es necesaria como le es el agua a todas las criaturas, sin la cual no tendríamos vida en nosotros. Por estas razones, no debemos abandonar la oración vocal bajo ningún pretexto, más bien, debemos apreciar en todo momento los bienes que produce: activa las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad), de suerte que nos dispone a aprovechar más aun la oración de meditación y la contemplación, afianzando nuestro recogimiento de la mente, la quietud en la voluntad y la vivencia personal en la práctica de las virtudes que el espíritu evangélico nos comunica (pobreza, castidad y obediencia). La oración, en definitiva, es una tarea comparable a la que realiza un campesino en la preparación de la tierra para recibir la semilla: el campesino vigila la tierra y no cesa de labrarla para que pueda respirar, eliminando constantemente las piedras que obstaculizan la siembra. Tal es la tarea de la oración para el alma que quiere dar frutos de santidad: sin oración, la gracia de Dios no puede actuar y pierde el fruto esperado por el Viñador. En conclusión, perseveremos unánimes en la oración del Santo Rosario, pues es la oración que la Virgen María nos ha pedido para atraer la fuerza del Espíritu y los dones de la gracia de Dios, tanto en el ámbito personal como en el ámbito eclesial y por la paz del mundo.
FRANCISCO JAVIER CEBRIÁN DEL POZO Vocal nacional de formación A.N.E.