Espiritualidad Católica como fuente testimonial. Tras el reconocimiento de nuestro carisma cristiano, buscamos ser consecuentes y por lo tanto expandir el Evangelio de Cristo en nuestra sociedad.
TIEMPOS LITURGICOS
jueves, 22 de junio de 2023
REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
JUNIO
: ADORAR EL CORAZÓN EUCARÍSTICO
DE JESÚS
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
Nos amó con corazón de hombre…
“Me amó y se entregó por mí”. Esto podía
ser una verdadera divisa eucarística. Pero aún hay más, porque me amó con
corazón de hombre. Y es su Corazón el que está en la Eucaristía continuamente
entregado por mí.
"El Hijo de Dios me amó y se entregó a
sí mismo por mí". Jesús, durante su vida, su agonía y su
pasión, nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha
entregado por cada uno de nosotros. Estas palabras son más
verdad, aun si cabe, en el momento de la institución de la Eucaristía:
Jesús que me conoce y se entrega por amor, inventa esta manera de poder estar
siempre a mi lado.
Nos ha amado a todos con un
corazón humano. Trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre.
El
Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra
salvación, "es considerado como el principal
indicador y símbolo de aquel amor con que el divino
Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los
hombres". Pero el símbolo remite a una realidad, y la imagen a una
sustancia… Y la presencia de ese corazón está en la Eucaristía. Por
eso, se le puede llamar con toda verdad: Corazón Eucarístico de Jesús.
¿Quién podrá dignamente describir los
latidos del Corazón divino, signo de su infinito amor, en aquellos
momentos en que dio a los hombres sus más preciados dones: a Sí mismo en
el sacramento de la Eucaristía? Ya
antes de celebrar la última cena con sus discípulos, sólo al pensar en la
institución del Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, con cuya efusión había
de sellarse la Nueva Alianza, en su corazón sintió intensa conmoción, que
manifestó a sus apóstoles con estas palabras: «Ardientemente he deseado comer
esta Pascua con vosotros, antes de padecer» ; conmoción que, sin duda, fue aún
más vehemente cuando «tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a ellos,
diciendo: "Éste es mi cuerpo, el cual se da por vosotros; haced esto en
memoria mía". Y así hizo también con el cáliz, luego de haber cenado, y
dijo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derramará por
vosotros"» Con razón, pues, debe afirmarse que la divina Eucaristía, como
sacramento por el que Él se da a los hombres y como sacrificio en el que Él
mismo continuamente se inmola desde el nacimiento del sol hasta su ocaso y
también el Sacerdocio, son clarísimos dones del Sacratísimo Corazón de Jesús. (Haurietis aquas, Pio XII)
La Escritura nos recuerda de
cómo Cristo había pensado desde mucho antes, con todo el amor de su Corazón, en
el sacramento de la Eucaristía. Este sacramento, como el
don del Espíritu Santo, se puede decir que nace de sus entrañas, de lo más
preciado que Él tiene, con qué solemnidad lo anuncia el último día, el más solemne
de la fiesta, poniéndose de pie exclama: «El que tenga sed, venga a
mí; y beba el que cree en mí». Como dice la Escritura: "De sus
entrañas brotarán manantiales de agua viva". Él se refería al Espíritu,
ciertamente, el que había de recibir los que creyeran en Él, también se refería
a la Eucaristía, que brota del corazón de Cristo y en la que bebemos y comemos
para la vida eterna.
También Él nos dice: ”Yo
soy el pan de Vida. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo
daré es mi carne para la Vida del mundo”. No podemos pasar
sin la Eucaristía; está llena de su amor por nosotros: “Os lo aseguro que si no
coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis Vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna,
y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la
verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”. Y como buen amigo, Jesús
nos asegura una comunión (sacramental y espiritual): “El que come mi carne y
bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.
También los Santos nos animan a ver en
la Eucaristía ese divino Corazón, como santa Margarita María de Alacoque, que
tuvo la inmensa suerte de verlo con dones místicos, para recordárnoslo a toda
la Iglesia. “Estando
yo delante del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada
por Su divina presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su
pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de su
amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado”.
En otra ocasión, “Una
vez, estando expuesto el Santísimo Sacramento, se presentó Jesucristo resplandeciente
de gloria, con sus cinco llagas que se presentaban como otros tanto
soles, saliendo llamaradas de todas partes de Su Sagrada Humanidad, pero sobre
todo de su adorable pecho que, parecía un horno encendido. Habiéndose abierto, me
descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo manantial de las
llamas”.
También le pide la comunión reparadora, y
la hora santa… “Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la
noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise
sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres
comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte.
Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio
de todas tus angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche
para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para
apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de
algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles”.
Y por último, la gran fiesta del Amor también está conexa con la del Corpus: “Estando ante el Santísimo Sacramento un día de su octava, y queriendo tributarle amor por Su tan gran amor, el Señor le descubrió su Corazón y le dijo "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares."
Nos amó con corazón de hombre
Preguntas para el diálogo y
la meditación.
■ ¿Uno mi devoción a la
Eucaristía con la del Corazón de Jesús como nos propone la Iglesia?
■ ¿Qué revistas, libros,
documentos pueden ayudarme a profundizar en estas devociones?
■ ¿Cómo puedo colaborar por el
esplendor de la fiesta del Corpus y del Corazón de Jesús?