TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

lunes, 21 de abril de 2025

viernes, 18 de abril de 2025

TRES MODOS DE EXPRESAR Y VIVIR LA ORACIÓN

(Continuación)


LA ORACION DE MEDITACION

     La oración de meditación supone llevar al corazón la Palabra de Dios, pero también es meditación la reflexión que educa la fe y edifica espiritualmente a la persona. Por tanto, podemos meditar también los textos de las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y del Magisterio más reciente y actual. También las reflexiones y enseñanzas de los santos que nos han precedido. Todo es llevado al corazón con el ejemplo de la Virgen María que “conservaba todo en su corazón” (Cf. Lc 2, 19 y 51). Distingamos así que una cosa es tener conocimiento de la Palabra de Dios y otra cosa es acogerla y conservarla para la propia edificación espiritual y su puesta en práctica.

     Si en la oración vocal nuestras potencias están activas, en la meditación, nuestras potencias están receptivas. La memoria, el entendimiento y la voluntad se disponen a la lectura o a la escucha atenta de la Palabra de Dios. Observemos que la dispersión de las potencias, o la distracción, nos hace perder la concentración y la debida atención a la Palabra de Dios. Por esta razón, necesitamos esforzarnos en mantener el recogimiento de las potencias en la presencia de Dios. Este es el esfuerzo humano necesario (ascética) que permitirá que la gracia de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, pueda depositar su obra en lo más íntimo de nuestro corazón (mística).

     Este grado de oración es el que practicamos en nuestras vigilias nocturnas, al leer los textos que nos propone la Iglesia en la Liturgia de las Horas. En ellos meditamos la Palabra de Dios contenida en las Escrituras (lecturas, salmos, etc.). En el Oficio de Lecturas también leemos las reflexiones de los Padres de la Iglesia y del Magisterio, e incluso, se nos proponen los ejemplos de la vida de los santos en las reflexiones mensuales. La atención en estas meditaciones es muy importante para nuestro provecho, pues hemos de procurar meditarlas con serenidad y reposo de nuestras potencias, conscientes de que el corazón percibe la presencia del Señor, sin ocuparnos en otra cosa, y evitando que las lecturas se queden en una simple recitación vocal, tal y como lo ensenaba nuestro fundador, el Venerable don Luis de Trelles. En definitiva, solo una buena disposición permitirá que, por la meditación, el Espíritu de Dios haga una perfecta edificación espiritual en el corazón de todos los que meditan su Palabra.

     En consecuencia, la oración de meditación nos es necesaria para que la semilla pueda ser depositada en nuestro corazón. Es por la oración de meditación que la Palabra de Dios es sembrada en el corazón de los hombres para que podamos dar fruto abundante. Si la oración vocal preparo las potencias del alma para la siembra, ahora, la oración de meditación permite la siembra de la Palabra de Dios que necesita toda criatura para dar el fruto esperado por el Creador. Con ello, recibimos nuevas gracias y seguimos afianzando el recogimiento de la mente, la quietud en la voluntad y la vivencia de las virtudes que el espíritu evangélico nos va proponiendo (pobreza, castidad y obediencia). Entendido así, la oración de meditación es una tarea comparable a la que realiza el campesino en la siembra de la semilla, tras haber preparado la tierra (oración vocal). Recordemos en todo momento que, sin oración, la gracia de Dios no puede actuar para acrecentar y fortalecer los dones naturales que hemos recibido, con lo que se pierde el fruto esperado por el Viñador.

   En conclusión, esforcémonos en practicar el recogimiento de nuestras potencias (memoria, entendimiento y voluntad), pues la oración de meditación es la oración que prepara la acequia que nos ha de acercar a las fuentes de la contemplación. Perseveremos en hacer nuestras las enseñanzas de la Iglesia, siempre de la mano de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra, pues Ella es nuestra protectora e intercesora y la mediadora de todas las gracias.

                                   FRANCISCO JAVIER CEBRIÁN DEL POZO                                                             Vocal nacional de formación A.N.E.

lunes, 14 de abril de 2025

TRES MODOS DE EXPRESAR Y VIVIR LA ORACIÓN

     La tradición cristiana ha conservado tres modos principales de expresar y vivir la oración:  la oración vocal, la meditación y la oración contemplativa. Su rasgo común es el recogimiento del corazón. (CIC-C #568).  Así que, de acuerdo al Catecismo, y de acuerdo a la experiencia de vida de oración de los católicos, hay tres formas de expresión en la oración:  vocal, meditación u oración mental y contemplación.

       A pesar de que cada forma de orar tiene características especiales que hacen que se diferencien entre sí, las tres tienen el mismo fin (la unión con Dios), y las tres requieren el recogimiento de la mente y del corazón.  Es decir, las tres presuponen el deseo de tomar contacto con Dios a través de la oración.

La vida de oración - Catholic.net 

LA ORACION VOCAL

     Podemos decir que la oración vocal es la oración inicial y más básica que practicamos los fieles. Con ella, seguimos la inspiración del Espíritu Santo que ya ha puesto la semilla en nuestro corazón. Es el don incipiente que desarrollara el don de piedad, don que se acrecienta más y más cuando vamos experimentando la acción de la gracia de Dios.

     La oración vocal, personal o comunitaria, siempre expresa la pertenencia a una comunidad plural, la Iglesia, en la que fuimos injertados por la gracia de Dios en nuestro Bautismo. La oración nace entonces en lo más íntimo, en el corazón, y se expresa con la boca en forma de alabanza, de petición por nuestras necesidades o las de otras personas, y como no, de acción de gracias. Nada se pierde, pues los ángeles recogen nuestras oraciones y las presentan al Padre con la mediación de los santos, de la Virgen María y del mismo Cristo, nuestro Señor, en unión de su Santo Espíritu.

     Con todo lo dicho, podemos decir que la oración vocal nos es necesaria como le es el agua a todas las criaturas, sin la cual no tendríamos vida en nosotros. Por estas razones, no debemos abandonar la oración vocal bajo ningún pretexto, más bien, debemos apreciar en todo momento los bienes que produce: activa las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad), de suerte que nos dispone a aprovechar más aun la oración de meditación y la contemplación, afianzando nuestro recogimiento de la mente, la quietud en la voluntad y la vivencia personal en la práctica de las virtudes que el espíritu evangélico nos comunica (pobreza, castidad y obediencia). La oración, en definitiva, es una tarea comparable a la que realiza un campesino en la preparación de la tierra para recibir la semilla: el campesino vigila la tierra y no cesa de labrarla para que pueda respirar, eliminando constantemente las piedras que obstaculizan la siembra. Tal es la tarea de la oración para el alma que quiere dar frutos de santidad: sin oración, la gracia de Dios no puede actuar y pierde el fruto esperado por el Viñador. En conclusión, perseveremos unánimes en la oración del Santo Rosario, pues es la oración que la Virgen María nos ha pedido para atraer la fuerza del Espíritu y los dones de la gracia de Dios, tanto en el ámbito personal como en el ámbito eclesial y por la paz del mundo.                  

 FRANCISCO JAVIER CEBRIÁN DEL POZO                                                        Vocal nacional de formación A.N.E.